Por Jorge Luis García Fuentes ()
Hermosillo.- Ahora que otra vez se reactivan los odios hacia el poderoso Israel que, según la encendida solidaridad pro-Hamas de la izquierdosidad latinoamericana —esa que tanto le debe a las alianzas clásicas del castrobolivarianismo— es un villano sin alma que ocupa y esclaviza a los pobrecitos árabes, conviene ubicarse un poco en la realidad, en la geografía del Oriente Medio, en donde Israel ocupa apenas un cachito de espacio, rodeado de extensos territorios musulmanes.
Esa uñita de tierra que empezó a crecer apenas en 1948, ahora ya con categoría de «altamente desarrollado», según el informe del índice de Desarrollo Humano de la ONU, en estas pocas décadas alcanzó —con esfuerzo propio, emprendimiento, cultura y ciencia—, un nivel de vida más alto que muchos países occidentales.
Su avanzada economía, su infraestructura moderna y un sector de alta tecnología competitivo a la par de Silicon Valley, les ha llevado a un indiscutible estado de bienestar que ya quisieran muchos de los países más avanzados. Israel tiene el segundo mayor número de empresas emergentes en el mundo después de los Estados Unidos, y el tercero de empresas que cotizan en el NASDAQ después de Estados Unidos y China.
Si bien algunas de las enormes naciones con gobiernos teocráticos musulmanes también han tenido éxito económico, la mayoría todavía parece vivir en tiempos medievales, con carros enchapados en oro, castas millonarias, trabajo virtualmente esclavo de extranjeros y desprecio brutal por los derechos de la mujer, de los homosexuales y de las minorías en general.
Resulta desconcertante que una nación tan pequeña sea marcada con el mismo sello de imperio expansionista como el que han tenido naciones gigantes como Estados Unidos, Rusia o China, que sin siquiera haber echado una mirada al mapa del Oriente Medio, muchos enamorados de Palestina y de su terrorismo «bueno», permanezcan ciegos a lo que en verdad ocurre en aquel sangriento conflicto: la negación de los aliados musulmanes a que una ínfima nación judía florezca en medio de tanto retraso y fanatismo religioso.
