Por Otto Ortiz ()
La Habana.- De niño siempre protestaba cuando en la comida tocaba huevo y, créanme, tocaba muy a menudo. Tocaba tanto que las discusiones con mi mamá eran a diario. Cuando empecé a vivir solo juré que no comería arroz y huevo frito nunca más en mi vida.
Pero uno madura y, más de 50 años después, el huevo, el mismo huevo, se ha convertido para mí en el manjar más deseado.
Ayer en la noche pasó un pregonero por mi cuadra y, entre “el bocadito de helado”’, “el pay de coco y de guayaba”, “tamales, y “se compra cualquier pedicito de oro”, al parecer era un festival de pregoneros, en medio de todo ese derroche de promoción parlante, se oye un susurro “el hue…”. No terminó la frase, del edificio de al lado de mi casa surgió un coro espontáneo: “¿A cuánto?”, y ahí empezó la subasta.
-Vendedor: 3000
-Yo: Muy caro.
-Mi esposa: Cómpralo.
-Vecino x: Te doy 3100.
-Mi esposa: Cómpralo.
-Yo: Te doy 3101.
-Vecino y: 3200.
-Mi esposa: Cómpralo.
-Yo: Te doy 3201.
-Vecino z: 3300.
-Mi esposa: 3500.
-Yo: 3501… perdón, (a mi esposa) estás loca.
-Vendedor: Vendido a la loca de los 3500 pesos.
Para no hacer larga la historia, mi esposa cogió el cartón de huevos, el vendedor cogió los 3500 y yo cogí tremendo empingue.
El huevo, el mismo huevo en 50 años ha cogido más valor que las acciones de Elon Musk.
En fin, hoy al medio día decidí almorzar arroz, huevo frito y aguacate, por primera vez en mi vida pensaba almorzar el dichoso plato sin discutir, fui a la cocina, cosa que nunca hago, y yo mismo me lo preparé… la felicidad dura poco.
Mi esposa: ¿Dos huevos? ¿Tú estás loco? ¿Cómo te vas a hacer dos huevos para ti solo?
Yo: De pin…
