CONTRACORRIENTE

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Por Rafael Muñoz
Berlín.- He visto un anuncio de una Mipyme cubana dedicada a la construcción, que busca personal a todos los niveles. Entre otros, buscan arquitectos. Pero no exigen experiencia solo creatividad, remata el anuncio.
Y esto me trae a la mente una anécdota, pues lo mejor que traen los años son las historias en las que te ves metido:
Yo fui un alumno excelente durante la carrera, mis profesores y compañeros de clase pueden dar fe de ello. Fui el único en mi año que, sin tener padrinos, logró hacerse con una plaza en la empresa de proyectos que por aquel entonces realizaba los mejores proyectos del país. Logré entrar en el equipo encargado de la remodelación del Hotel Nacional.
El arquitecto Universo García y yo éramos los únicos jovencitos de aquel equipo todos estrellas. Pero yo, como todo joven pensaba comerme el mundo, lograr lo que ninguno de aquellos profesionales con experiencia había logrado en su vida.
Un par de semanas después de iniciar mi vida profesional, me encontraba yo solo en el sótano del edificio y llegó a mí un operario con una llave inglesa en la mano:
—¡Arquitecto, arquitecto, cuál es la tubería que tenemos que cerrar!
Yo levanté la vista y allí bajo la losa había un amasijo de tuberías de todos los colores y tamaños. Las había cuadradas, redondas, ovaladas. Pero más importante aún es que yo no tenía ni puta idea de para qué servía cada una.
—Es urgente — repitió con cara de angustia.
Mi única reacción fue salir de allí lo más rápido posible y contar lo sucedido al arquitecto Luis Rubio, jefe del proyecto. Él se partió de la risa y me hizo saber que era una broma gastada al novato.
Sin embargo, aquella broma no cambiaba el hecho de que yo no tuviera idea de cómo funciona un edificio y de lo que se esperaba de mí. Durante los meses siguientes vi a mis colegas tomar decisiones al vuelo, improvisar, dar soluciones a problemas diarios sin que se les moviera un músculo de la cara. Todo basado en su experiencia. Años más tarde tuve la suerte de trabajar con el arquitecto Abel García. Los cinco años entre el inicio del proyecto y la apertura del Hotel Meliá Habana fueron mi segunda y verdadera universidad.
La experiencia no se estudia, ni se compra. Pero es lo más valioso de un profesional de cualquier rama. Todos los grandes maestros de la arquitectura. Fidias, Brunelleschi, Le Corbusier, Right, Mies Van der Rohe, todos comenzaron de aprendices a pie de obra o ayudantes de arquitectos de mayor experiencia.
¿Puede ser creativo un arquitecto recién graduado? Todo depende de lo que llamen creatividad. He visto con pesar una tendencia equivocada en los jóvenes arquitectos cubanos a poner todo su esfuerzo en dominar las técnicas CAD o BIM. Cada día veo imágenes fotorrealísticas o vídeos dignos de Hollywood que no se sostendrían en la realidad. Literalmente caerían por la ausencia de columnas, por las dimensiones irreales de sus elementos de carga. Una mirada con más detalle demostraría que ninguno de estos llamados “proyectos” serían aprobados por ninguna ciudad porque incumplen todas las normas habidas y por haber. Y en caso extremo solo traería una andanada de demandas en su contra y la pérdida de su licencia como arquitecto.
Otra anécdota:
Hace seis meses entré a trabajar en una importante empresa inmobiliaria de Berlín que construye sus propios edificios. En la entrevista de trabajo me mostraron un video y varios renders del próximo proyecto a realizar, hechos por uno de los arquitectos de la empresa. Lo curioso del tema es lo que esperaban de mí: Creatividad.
Creatividad en la concepción de la estructura de perfiles metálicos, en la concepción de todos los sistemas que dan vida a un edificio y que son exigidos por la ciudad: escaleras de escape, sistemas de detección de incendios, evacuación de aguas pluviales y nieve. Todo esto sin afectar la imagen deseada del edificio.
En otras palabras, hacer el proyecto. Meter en cintura aquel desmadre hecho por una persona «creativa» pero que no ha visto una obra en su vida ni de lejos.
Ya sé que lo he dicho otras veces y que me he ganado el desdén de muchos colegas jóvenes de la isla, pero lo repito:
De usted como arquitecto esperan un edificio construido que funcione, que sea aprobado por la ciudad, que sea construible y viable económicamente. Nada más.
Usted debe ser capaz de realizar una perspectiva en dos minutos para explicar una idea a un colega o a su cliente. Nada más.
La arquitectura no es un “one man show” sino un trabajo de equipo. Usted como jefe de ese equipo va a tener que aprender a delegar y asignar a cada cual las funciones para la que está capacitado. Usted no va a tener tiempo para sentarse a “renderear” sin que sus colegas ingenieros le bombardeen a preguntas porque sencillamente usted tiene cosas más importantes de las que ocuparse.
Un render no es arquitectura. En el mundo real los renders lo hacen los estudiantes, los practicantes.
Cuba no es diferente, las técnicas de construcción y las normas aplican tanto a la obra humilde hecha de ladrillos y barro como al proyecto multimillonario. Todos ustedes desean competir en igualdad de condiciones por los mejores proyectos a construir en la isla hoy y cuando esta pesadilla termine. Para ese entonces, créanme, los mejores arquitectos, los más valorados y los que se van a llevar las mayores tajadas, son aquellos con experiencia en el arte de construir.
A propósito si usted piensa que se está forrando haciendo renders le digo lo siguiente: del valor de proyecto, el anteproyecto no pasa del 15 por ciento, el otro 85 se reparte entre la elaboración de la documentación para la ciudad, la obtención del permiso de construcción, el proyecto de detalles y las visitas a obra.
(http://malanga.blue/2023/09/por-experiencia-y-a-contracorriente/?fbclid=IwAR3hVf5aQOzlT2sWpc_AS29sKsaRlkUjwe6e9QAEI2sf4BB7Zhf32gevzA4)

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