Cuba, la justicia por tu mano

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Por Jorge Sotero
La Habana.- En los últimos meses han sido habituales las noticias sobre personas apresadas y golpeadas por ciudadanos comunes, luego de ser sorprendidas robando. En las últimas horas trascendieron imágenes de una multitud golpeando a un hombre que robó un celular a un niño en esta capital, y de otro, controlado por múltiples personas tras ser sorprendido con las manos en la masa en Santiago de Cuba.

Hasta ahora, los presuntos criminales solo han sido golpeados. Han recibido unos pescozones, algunas galletas, unas patadas, jalones de pelo, y poco más. Ninguna de las acciones han puesto en peligro su vida, pero la situación va a más y si las autoridades, más preocupadas por otras cosas, no toman cartas en el asunto, en cualquier momento se produce el primer linchamiento, si es que ya no hay alguno oculto por ahí, sobre el cual no quieren informar.
Los linchamientos han sido comunes por años en Latinoamérica. En Guatemala constituyen el pan de cada día, lo mismo en las ciudades que en zonas rurales. Incluso, alguna vez la población le ajustó cuentas a algún inocente al que confundió con el verdadero ladrón, como un hecho ocurrido hace una década, cuando tres hermanos fueron asesinados por hordas enardecidas luego de ser confundidos con su padre, el verdadero autor de un robo.
Guatemala es, por mucho, el país de más linchamientos en el mundo. En América Latina, a pesar de que esas cifras crecieron considerablemente en México en los últimos años, y también en Haití, el segundo puesto lo tiene Bolivia, en muchas de cuyas ciudades es normal ver letreros alertado que «ladrón pillado será quemado».
No solo se trata de advertir que el que sea sorprendido robando tendrá que pagar con su vida, sino que lo hará en una improvisada hoguera, casi siempre sobre una goma de vieja de algún vehículo, donde terminará sus días, una razón por la cual en muchos lugares de Bolivia los robos no son muy comunes. No así en Guatemala, México o Haití, donde la delincuencia campea por sus respetos, aún con el riesgo de perder la vida.
En Cuba, los robos se han multiplicado. En muchos lugares, los campesinos viven en incertidumbre total, porque temen que les roben las cosechas y el ganado, mientras el hurto en casas habitadas se vuelve cada día más habitual. Los cacos entran en las viviendas en cualquier horario, y esas acciones siempre ponen en peligro la vida de alguien, sobre todo la de los habitantes del lugar.
Hace unos meses, una publicación en Facebook criticó el accionar de la Policía, luego de que una vecina fuera a hacer una denuncia por robo en pleno día, y el encargado de la carpeta le dijera que tuviera más cuidado con su casa, y se negó a tomar declaraciones, e iniciar las investigaciones. Te robaron y ya, porque la Policía tiene otras funciones más importantes, sobre todo garantizar la tranquilidad del gobierno, y evitar que cualquier cubano diga o escriba algo contra la dictadura.
Por esas razones, cada vez que un ladrón o un violador -que también ha pasado- cae en manos de la población, sufre tremenda golpiza, con la intención de mandar un mensaje al resto y dar un escarmiento. Pero los países bien gobernados no permiten esas cosas. La ley no la impone un grupo aislado, por más que haya sorprendido y tenga detenido a un presunto ladrón o asesino.
https://www.cibercuba.com/noticias/2023-06-01-u1-e208512-s27061-vecinos-capturan-presunto-ladron-santiago-cuba

Las leyes son para cumplirlas y nadie tiene el derecho de aplicar la justicia por su mano. Aunque en los casos de robos en las viviendas, la ley cubana anda lejos de cómo se maneja esto en el mundo. En cualquier otro país, si sorprendes a alguien dentro de tu casa, te lo puedes cargar y no pasa nada. En Cuba, si sorprendes a un caco en tu casa, lo golpeas y muere, vas a la cárcel.
Los robos no son un patrimonio de América Latina, ni de los países subdesarrollados, pero vale dejar claro que mientras más pobreza -o miseria- hay en un país, más abundan los ladrones, y más propensión hay a los linchamientos. Ojalá en Cuba no ocurran o se vuelvan una costumbre, pero todo hace indicar que en ese camino vamos.
La culpa no la tiene el pueblo. Es del gobierno incapaz de garantizar seguridad, y, sobre todo, de encontrar una salida a la crisis más grande y profunda que ha padecido el país desde que Cristóbal Colón desembarcó en Bariay en 1492.

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