¿Cuál es el privilegio de los niños cubanos?

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Por Anette Espinosa
La Habana.- Aquello de que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad es tomado al pie de la letra por los medios castristas para que la población se crea que en realidad Cuba es un país diferente, donde los niños son felices y disfrutan de todas las condiciones para que su vida se desarrolle en la más absoluta de las tranquilidades, sin preocupaciones extras.
Al menos eso intenta Granma este jueves con un artículo titulado «Ese privilegio llamado infancia», firmado por Yeilén Delgado Calvo, y en el que intenta dar una visión de lo que es verdaderamente importante en la vida de un niño para que, en un futuro, pueda ser un hombre o una mujer buenos.
En el mismo lead de la información dice que «La niñez es efímera; la nuestra y la de los otros, incluso la de quienes hemos engendrado. En pocos años, que a veces parecen un parpadeo, desaparecen las manos diminutas, el olor a caramelo, las pronunciaciones disparatadas, la imaginación capaz de formar nuevos universos», palabras que generan dudas porque, por ejemplo, el olor a caramelo no puede desaparecer de unas manos que no saben lo que son esas golosinas.
Los niños deben tener obligaciones. las de la casa, la escuela, con la familia y la sociedad, para que se formen como personas de bien, pero también necesitan otras cosas, entre ellos caramelos, galleticas, dulces, esas golosinas que con el tiempo se darán cuenta de que son dañinas para la salud. Y esas no las hay en Cuba. O al menos los niños normales no tienen acceso a ellas.
Los hijos de Liborio, de los millones de Liborio que viven en Cuba, no pueden ni garantizarle un pan decente a sus hijos para el desayuno, unas galletas para la merienda, un jugo para el receso de la escuela, ni una comida con el mínimo de nutrientes necesarios.
No hay leche para los niños. Solo para aquellos que no han cumplido los siete años, y esa con una calidad pésima, lo mismo si la compran en polvo, porcionada y adulterada, que si es leche fresca, traída del campo, donde un campesino la sacó de una vaca. Esta última viaja en envases sucios, con agua a más no poder, tanto que la mayor parte de las veces se gasta sin que hierva y se salga de la vasija en la que estuvo al fuego.
Dice Granma que «La infancia es el tiempo de la fragua, y por eso hay que protegerla», porque en «la niñez se aprende de valores y de amor, de relaciones sanas, de la belleza, del bien», unas palabras cuestionables, porque los niños cubanos solo escuchan discursos de odio, los atiborran de mensajes distorsionados en las escuelas, con clases de historia acomodadas por los escribas del castrismo desde hace décadas.
Dice el libelo del castrocomunismo que «Cuidar a niñas y niños no es solo asunto de madres y padres, ni siquiera de la familia en su amplio sentido, ni de las escuelas o instituciones afines; cuidarlos es responsabilidad de la sociedad, del Estado, porque hacerlo es invertir en el futuro de la nación, asegurarlo».
Y cuando lees este último párrafo no tienes más remedio que volver sobre las líneas, porque crees que has leído mal. ¿Cómo se pueden decir esas cosas en un país donde el único camino que le queda a la familia es emigrar. Buscar una salida de alguno de los miembros, generalmente el padre, al exterior, puede ser la única garantía de supervivencia para el núcleo familiar.
La familia cubana que no tenga ahora un miembro allende las fronteras, la pasa mal. Con los salarios, aunque sea de médicos, no puedes adquirir lo imprescindible para darle una vida decente a tus hijos. No tienes dónde ni cómo comprar los zapatos, una mochila para la escuela, ni cómo garantizar los alimentos mínimos para su supervivencia.
Incluso, ni con dinero puedes obtener lo imprescindible para que los niños crezcan saludables, porque tener plata no te garantiza que puedas comprar los alimentos o encontrar las medicinas o la ropa, y entonces te dice Granma que «sabemos en qué mundo vivimos, uno donde hay esclavitud infantil, muertes por hambre, desnutrición y enfermedades prevenibles; pobreza extrema, maltratos, abuso, carencias educativas…», el mismo de Cuba, donde no hay ni libros de texto ni cuadernos para los estudiantes, por citar solo lo más elemental
Según Granma, «un pensamiento fidelista, con clara raíz martiana, resume lo que para Cuba significa su infancia: ‘en lo que más debemos pensar: en los niños de hoy, que son el pueblo de mañana. Hay que cuidarlos y velar por ellos como los pilares con que se funda una obra verdaderamente hermosa y verdaderamente útil'», pero el rotativo no explica bien a que niños se refiere, si a los descendientes de la familia Castro y de sus dirigentes, o a los del pobre diablo de Buey Arriba, Contramaestre, Santa Cruz del Sur o Calimete.
Los primeros llevan una vida tranquila, sin carencias de ningún tipo, incluso ni apagones. Los segundos sobreviven. Para ellos no hay juguetes ni golosinas, cuadernos ni electricidad, juegos ni transporte. No saben que son los helados, el yogurt, los caramelos, ni han tenido la experiencia de ir jamás como turistas a ninguna parte, porque sus padres, por más que trabajan, apenas consiguen mantenerlos con vida, que para ellos es bastante.
Y entonces hay que aguantar que el diario del Partido Comunista quiera dar lecciones de cómo formar, educar, cuidar y guiar a nuestros niños. Mejor sería que se ahorrara el espacio y no tocaran el tema, porque los niños cubanos no tienen ningún privilegio.

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