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Tomado del muro de Facebook de Eduardo Gonzñalez Rodríguez

La Habana.- Sé hace muchísimos años que opinar sobre algo, o sobre alguien, es echar dinero en un saco roto, así que trato de hablar únicamente de lo que nos involucra a todos desde el punto de vista social, económico y humano. Sé también que las redes sociales han venido a ocupar -por lo menos en Cuba- el espacio que no cubre la TV con su mala programación, el sistema informativo que, con su “prudencia” habitual, da noticias de las que ya todos estamos enterados, y el de los pocos foros de debate y participación ciudadana que tenemos al alcance. Por eso, ávidos de opinar, de participar, de sacarnos del pecho lo que nos corroe, nos vamos con la primera bola. Y los que saben, los que todo lo pueden, dan saltos de alegría cuando nos vamos con la primera bola.
El que ha estudiado un poquito de psicología, conoce que a los niños, para que dejen de llorar, solo basta cambiarle el objeto de atención. ¡Funciona! Haga el experimento. Con nosotros, que somos muchos, también funciona. Piense en la cantidad de veces que algo nuevo en las redes le ha sacado un sarcasmo, una burla, una ofensa, un poquitín de odio. Trate de darse cuenta de la cantidad de palabras que usted ha escrito en las redes sociales a lo largo del tiempo y descubrirá que no recuerda, por mucho, qué cosas dijo, ni por qué las dijo. Eso quiere decir que usted no opinó, que usted no participó. Usted fue esclavo de un impulso. Un impulso que lo sacó de su frecuencia habitual por seguir la euforia colectiva.
Los que leen mis post se habrán dado cuenta que siempre hay alguien que me ofende, que no está de acuerdo conmigo e intenta provocarme, que pretende parchear con viejos argumentos una realidad que está más allá de cualquier explicación. A la mayoría no les respondo, y no por un espíritu democrático que apela al “todos somos libres de expresarnos”. No. Lo hago porque una opinión dice más de ti como ser humano que cualquier palabra que escribas. Así de simple. En un mundo de gente interconectada, de gente que no se conoce, tú eres lo que escribes.
Desde hace un par de días algunas personas han estado hablando y pidiendo opiniones sobre el video de Rebeca Martínez. También me preguntaron porque, como hago videos, debo ser una eminencia en el tema. Yo, que apenas puedo sostener una cámara. Lo primero que me vino a la cabeza fue, ¿por qué tengo que opinar sobre eso? Y lo segundo fue buscar el video, verlo, y leer casi todo lo que han escrito los internautas sobre el tema. ¿Qué importancia podía tener mi opinión si ya la masacre estaba en marcha? Pero, por pura cortesía, hice acuse de recibo, escribí un breve texto, y envié el mismo mensaje para todos: “Ahora mismo en Siria hay más de 35.000 muertos. En lo que va de año han asesinado a varias mujeres utilizando cuchillos y machetes. Los precios del alimento en Cuba suben a niveles estratosféricos. Mueren choferes de autos, bicicletas y motorinas a manos de ladrones asesinos. Hay demasiados jóvenes presos en el peor momento económico de Cuba. No hay estrategia visible que detenga la ola migratoria del país… P/D: Lo más importante, Rebeca está feliz y no ha pedido mi opinión. Jamás saldrá de mi boca una palabra que denigre a una mujer, sea quien sea, diga lo que diga, haga lo que haga. Las mujeres son sagradas. Eso lo aprendí de mi madre”.
Nada, creo que un amigo me bloqueó. Pero no voy a hablar sobre eso. Al final, como les dije, una opinión dice más de ti como ser humano que cualquier palabra que escribas.

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