Por Luis Rodríguez Pérez ()
Quivicán.- «Nosotros hemos sido, quienes las volvimos heroínas», me confesó un represor, refiriéndose a las hermanas Garrido. Me lo dijo, como para bajarle dígitos a la digna y valerosa actitud que han tenido las muchachas, y como si hubiera recibido la orden, de permanecer orgulloso hasta en sus errores.
Y aquella frase tiene un significado enorme.
El término, «heroína», es absolutamente positivo y ellos ni se dan cuenta. Héroe, es un calificativo que nace de la admiración de un pueblo. Tan es así, que cada vez le resulta más difícil al demonio convocar actos de repudio contra los que piensan diferentes.
Esta circense técnica ha perdido efectividad, como las culpas que se achacaban antiguamente a la CIA y a las «mafias» de Miami.
Se han visto obligados a recurrir a intentos de demeritar a un número significativo de cubanos, tildándolos de, «delincuentes»: que si, «desacato contra la autoridad», «atentado contra la autoridad», y cientos de mis hermanos procesados por desorden público, y ni un sólo testigo del pueblo presente en los juicios. ¿A quién desordenaron realmente? Que si «asociación para delinquir», solo personas que ni se conocían, se juntaron para gritar, ¡LIBERTAD!
Pero, andan los supuestos «guerreros de la luz», matando héroes ¡Qué absurdo todo!Pasan los días, y los tiempos son diferentes. He aquí, que mantengo intacta mi fe en la victoria. Sería iluso creer que nos vendría la libertad sin dolor. Berlín tuvo que ser destruida en su totalidad, para que la locura alemana frenase. Hoy, con vergüenza notable, introducen en sus programas escolares la aberración del holocausto. Que no es propio de razas o de períodos históricos la maldad del hombre; sino, que puede surgir en cualquier lugar, en cualquier hombre.
Pero los asesinos de héroes tienen sus amistades de profesión; y se ven unos a otros activos, alegres; ven, las oficinas, la estructurada cadena de mando y caen en el espejismo de dar por buenas sus acciones. El mismo absurdo espejismo en el que cae, aquel funcionario que presencia un «patriótico» acto que protagonizan niños. Ve, el funcionario, a los niños actuar y se emociona, le sale una lágrima; y renace en su interior, a fuerza de trote, su lucha contra ese que se llama, «opositor».
Y no está bien, el funcionario. El adoctrinamiento que lo esclaviza, lo ciega. No comprende, que aquellos niños no tienen otra oportunidad para mostrar sus talentos, que en los actos gubernamentales.
Que escogen al niño: «Tú, pertenecerás a la banda musical de la escuela» -le dice, el maestro. y se alegra el niño, se arrebata el padre, que sale como un loco a ver quien le hace un trajecito, que le pide a un familiar del exilio que le compre un bombo. Y, niño y padre, y familiares todos, van orgullosos a la presentación de la banda musical frente a la sede del Partido, para homenajear la creación de los CDR.
Y cree, el funcionario, que los padres aplauden los CDR, que los niños lo aman a él y aman los CDR. ¡Qué absurdos!
Vendía puré de tomate por las calles de Alamar, cuando escuché una madre decirle a otra mujer: «Al niño lo escogieron para, «La Colmenita».
– ¡Qué bueno, mi amiga!
– Mija, sí. Esa es la única manera que tiene de salir por televisión y de viajar -explicó alegre, la madre.
Entonces, ve el adoctrinado a los niños de «La Colmenita» abrazados a Fidel, los ve gritar: ¡Viva, Fidel! y se conmueve. ¡Los niños siempre lloran! Los niños son flores puras inclinados a favor del viento. Los niños, los de María Cristina, siempre lloran. Ellos, tuvieron su fiesta de quince años. Su madre no estuvo con ellos ¡pero sí, su agradecido pueblo!
-Que yo le regalo los trajes. Que yo le compro ropitas. Qué yo mando este dinerito para lo que haga falta. Que yo decoro el lugar, gratis. Que yo cobro por esto, «tanto». ¡Ah, no! ¡Sí es para los niños de María Cristina Garrido, es gratis!
¡Anda la Patria agradecida de sus héroes! Un pueblo que, desde el estiércol, poco a poco crece. No se desanimó Angélica Garrido, desnuda, en su celda de castigo por más de un mes, portando en su cuerpo más de siete enfermedades. Que no sé desanimó frente al cadáver de sus padres. Que María Cristina esperaba, a punto de desfallecer, después de recibir decenas de golpes, a que se marcharan los esbirros, para llorar. ¿Me podré desanimar, yo?
¡Que anda un profesor, con el cáncer y las rejas mordiendo su cuerpo, en pie, firme! ¡Que anda un muchacho, en el Combinado del Este, rodeado de lo más peligroso de la capital, obedeciendo las órdenes de su inmenso padre! ¡Que andan dos jóvenes hermanos, separados y enfermos, arrebatando de orgullo a San José de las Lajas y a medio mundo!
¡Que anda un niño, por Camagüey, lejana su madre, tranquilo, dando clases de Dignidad! Que anda la Góngora, sin su tierra, sin sus hijos, sin voz, mandándome mensajes con malas palabras y de mucho valor. Son muchos, no es justo mencionar algunos, faltan más. Que me perdonen sus familiares, que me perdonen ellos; sólo soy una voz; la Patria, Cuba, la Historia bien los conocen. De la historia de Cuba, ya nada ni nadie los pueden arrancar.
¿Mil veces libertad!
