Por Jorge Luis García Fuentes ()
Hermosillo.- Uno de los viejos propósitos personales al emigrar era poder almacenar mis viejas series de comedia favoritas. Por un tiempo el objetivo eran las colecciones completas en DVDs, luego tal formato caducó y se impuso la acumulación en streaming.
Así fueron regresando Seinfeld (Netflix), HIMYM y Scrubs (Disney+), Frasier y Mad About You (Clarovideo), The Nanny (Prime), Friends y TBBT (Max), y justo con esta última voy cayendo en cuenta de que su estreno en 2007 —este septiembre ya hace diecisiete años de eso— no se estrena ninguna nueva gran sitcom.
Las grandes comedias de situaciones se están extinguiendo como el manatí, el águila real o las pieles sin tatuajes. Sólo llegan proyectos más o menos insípidos y secuelas, algunas con el relativo éxito de la nostalgia o bien recontextualizadas en un mundo que le tiene pánico a las bromas.
Viendo estas —ya veteranas— comedias, escucho gags que de ninguna manera serían aceptables hoy día. Cuando pienso «ah, eso ahora sería considerado (racista, machista, misógino, inmoral, xenófobo, homofóbico, apátrida, grosssero…), sólo aceptado a regañadientes en los especiales de stand-up, es que de plano ya acepté el hecho de que la corrección política está ahogando a la comedia de situaciones, que la controla, la tiraniza y que no falta tanto para que la termine de enterrar, secuelas incluidas.
Para cuando nos censuren a The Big Bang Theory (la última de los mohicanos) como borraron a Los Aristogatos de Disney, y ya no exista nada que ocupe ese escalón de entretenimiento, al menos nos quedará el recuerdo, para contar a los nietos antes de dormir, lo mucho que nos reíamos en otros tiempos mirando televisión.
