Por Anette Espinosa ()
La Habana.- El mandatario cubano dedicó el noveno capítulo de su aburrido podcast llamado Desde la Presidencia a autoalabarse por aquello de lo que llama ‘recorridos por los municipios’ y las bondades que deja para su forma de gobierno.
Esta vez se hizo acompañar por dos periodistas, dos de esas mujeres que forman el núcleo cerrado que lo acompaña siempre, que les llevan sus redes sociales, les dicen que murió un presidente, o que se meten ellas en redes para decirle al jefe de Estado impuesto por Raúl Castro sobre las tendencias que genera lo que él dice o hace.
Habló Canelo sobre la importancia de conversar con la población, siguiendo el ejemplo «del comandante en jefe Fidel Castro Ruz», como si llegar a un lugar, en compañía de Roberto Morales Ojeda, el segundo del Partido comunista, a veces con más de una docena de vehículos de alta gama, a un sitio donde no hay un litro de combustible para mover un cadáver o un enfermo, fuera un buen ejemplo o resolviera algún problema.
No dijo que un día antes de que el presidente y su comitiva recalen en un municipio, las tiendas que venden en MLC se cierran para abastecerlas. Es decir: el día previo a su vista no se vende nada y se llenan los anaqueles de productos que no suele haber nunca. Y no comienza su venta hasta la hora en que el mandatario comienza su recorrido por el municipio.
Tampoco quitan la corriente tres días antes de que el hombre llegue al lugar. Y en esos municipios entregan completa lo que ellos llaman canasta básica mensual, que de básica no tiene nada. Todo como parte de una maquiavélica estrategia para tener a la gente contenta y que no le digan al hombre en la cara lo que se merece.
Durante el programa, insistió en que esos «recorridos» forman parte de lo que él heredó de Fidel y Raúl Castro, como si estos lo hubieran hecho tan bien que valdría la pena imitarlos para toda la vida, cuando todos sabemos que el mayor de los hermanos Castro abandonó esa costumbre apenas a finales de los años 60, y el menor no fue jamás a ningún lugar.
Habló, eso sí, de que hubo personas que criticaron las visitas y que dijeron que los arreglos en los hospitales y la recogida de basura, entre otras cosas, se hicieron por lellas, porque sabían que él iría al lugar. Lo dijo como si él hubiera estado ajeno a esas cosas, cuando hizo lo mismo cuando dirigía el Partido comunista en Villa Clara y luego en Holguín. Todo forma parte de un proceso marcado por mentiras, de la cual el mandatario es un ejemplo.
Eso sí, dijo que «las visitas están concebidas para tocar los problemas», pero no hizo referencia a los que se habían resuelto, porque, al menos que yo sepa, a pesar de sus constantes viajes, la situación en el país no mejora y cada vez hay más escasez de todo: alimentos, medicinas, transporte, materiales de la construcción.
Con su habitual verborrea barata, su ritmo cansino, su lenguaje agobiante, la nueva entrega del mandatario cubano dejó más dudas que certezas. Y cuando dijo que «ninguno de nosotros tiene una varita mágica para resolver los problemas», olvidó que su función es resolverlos, no ir por ahí a «tocar con la mano» los problemas que él sabe de antemano que existen y persisten desde hace mucho tiempo.
Díaz-Canel, como siempre, se dirigió a la audiencia como si los que estuvieron al otro lado, que imagino que no hayan sido muchos, fueran tontos, porque hay que tener un corazón grande, como el mío, para dispararse el podcast del jefe de Estado cubano, colocado en ese puesto por obra y gracia de la voluntad de Raúl Castro, quien no encontró a otro y apeló a este, quien siempre le demostró servilismo.
Como no podía ser menos, se agarró a sus frases habituales, como lo de la «resistencia creativa», a lo que aprendió de sus tutores. Y luego se apoyó en Alina Perera Robbio y Arleen Rodríguez Derivet, quienes lo acompañaron en el programa, para que se dieran gusto halándole la leva.
Perera Robbio hizo referencia a García Márquez y a su frase sobre el periodismo como ‘la mejor profesión de este mundo’. Claro, ella lo dice porque forma parte de ese grupo selecto que está cercano al presidente, al que no le falta nada, que trabaja en oficinas con aire acondicionado, que no sufre los apagones, que tiene su alimentación asegurada.
Ella y su colega se deshicieron en elogios al hablar de los cuadros, de la gestión de los dirigentes, pero al final uno se da cuenta de que todo es un onanismo, un programa creado para alabar la gestión de un presidente del que la inmensa mayoría de la población piensa mal, lo considera un inepto, un prestado en el puesto, y alguien que es incapaz de resolver nada.
En Cuba, a pesar de estos programas del presidente -recordar aquel con la ministra de Comercio Interior- los alimentos escasean, no llegan a las bodegas, perduran los apagones, no hay transporte, las escuelas son un desastre, no hay medicamentos, los hospitales se caen, las carreteras tienen más huecos que las bombardeadas de Ucrania, y en La Habana hay casi tantos derrumbes como en la bombardeada Gaza.
Un presidente, y eso no lo sabe el que supuestamente gobierna en Cuba, está para tomar grandes decisiones. No tiene que ir a Nueva Paz para ver a un campesino sembrar boniatos, sino para generar políticas que permitan que miles de campesinos tengan las tierras y los recursos necesarios para que los mercados estén abarrotados de boniatos, y que luego, algunos de ellos, decidan que como hay tanto boniato, van a sembrar malanga, plátano, yuca, frijoles, arroz. Esa es la única vía para que haya abundancia, pero a eso no se dedica el jefe de Estado.
El presidente cubano pudiera haber sido un buen delegado. Un buen presidente de un Consejo Popular, o director de una empresa, pero como político deja mucho que desear, y como primer mandatario más. Para mí también es un incapaz, un tipo al que nadie tomaría en serio jamás, sino fuera porque es capaz de dar órdenes de combate e iniciar una represión contra todo el que se le oponga.
Por cierto, el reporte del periodista Yordanis Rodríguez Laurencio, desde Holguín, que sirvió como relleno a su podcast es una muestra fehaciente de que todo lo que hacen es un sinsentido. Reuniones a las cinco de la mañana antes de ir al campo a recoger yuca, responsables con pulcros pulloveres blancos en el campo. ¡Mentira! Todo es mentira en Cuba y el presidente es el primero en hacerse eco de ellas para intentar lavar una imagen que no la limpia ni con sosa cáustica.
