EL TEATRO DEL SIGLO DE ORO EN LA NUEVA ESPAÑA: LA INFLUENCIA DE SOR JUANA

CURIOSIDADESEL TEATRO DEL SIGLO DE ORO EN LA NUEVA ESPAÑA: LA INFLUENCIA DE SOR JUANA

Tomado de MUY Interesante

Desde muy joven, Sor Juana ya deslumbraba por su intelecto a humanistas y sabios de la época.

México DF.- Es sabido que Cristóbal Colón arribó el 12 de octubre de 1492 en la isla de Guanahani rebautizada como San Salvador creyendo así cumplir su soñada meta de llegar a las Indias. En los años posteriores, otros militares siguieron explorando el Nuevo Mundo. Fue así como en 1517, Francisco Hernández de Córdoba llegó a la costa de Yucatán y también como, unos años después, en 1519 Hernán Cortés desembarcó en Tabasco. Allí se produjo la batalla de Centla donde derrotó a los indígenas y fundó la villa de Santa María de la Victoria, la primera población española en la Nueva España.

En la Europa del siglo XVIII el teatro del Siglo de Oro gozaba de cabal reconocimiento.

En la Europa del siglo XVIII el teatro del Siglo de Oro gozaba de cabal reconocimiento.TATE GALLERY COLLECTIONS, II, LONDON 1988

El siglo de oro español en la Nueva España

Nueva España término acuñado por el propio Hernán Cortés quien se lo propuso al emperador Carlos V en su carta de relación de 1520 no fue, como dice en su fundamental ensayo Octavio Paz Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe (1982), una colonia, sino otro de los reinos sometidos a la corona, en teoría igual a los reinos de Castilla, Aragón o Navarra. Aunque si bien Nueva España no fue una colonia, el sentimiento de colonialismo estaba a flor de piel, sobre todo, en los criollos e indígenas. Porque si Nueva España era un reino como los otros, lo cierto es que los criollos y nativos no eran iguales a los españoles. Esta diferenciación que siempre arriba en lo más hondo del ser queda reflejada, también, en la literatura novohispana a la que perteneció Sor Juana Inés de la Cruz (1648-1695), una de las mejores exponentes del denominado Siglo de Oro y del Barroco, corriente artística que surgió en el siglo XVII, el más pacífico, bajo el reinado de Felipe IV (1621-1665). En la Europa del siglo XVIII el teatro del Siglo de Oro gozaba de cabal reconocimiento.

Nueva España era entonces un virreinato, y la corte de México la única junto con la de Lima uno de los lugares más ilustrados del virreinato. La corte, como refleja Octavio Paz en el citado ensayo no solo tuvo una gran influencia política y administrativa, sino social: “un centro moral, literario y estético”. Esto influyó en todos los aspectos de la vida: el amor y su cortejo, la muerte los duelos, los velos, las costumbres y modas, así como el papel social de hombres y mujeres. En esta corte se desarrolla la juventud de Sor Juana Inés de la Cruz, y fue algo decisivo. ¿Por qué? Porque entre 1664 y 1665 ingresó en la corte del virrey Antonio Sebastián de Toledo, marqués de Mancera cuya esposa, la virreina Leonor de Carreto, se convirtió en una mecenas de gran importancia para la producción literaria de Sor Juana, aunque por entonces, claro está, aún no había ingresado en el convento de los Jerónimos. No era un secreto la inteligencia de la literata, quien desde tan joven, deslumbraba ya a sabios humanistas de la época.

Si bien la producción literaria de Sor Juana se ve enmarcada en un primero momento con la confección de sonetos y otras creaciones poéticas, lo cierto es que destacó en el drama dejando, posiblemente, las obras teatrales más importantes del Siglo de Oro en español. No podemos obviar que cuando nace ella, en 1648, los grandes nombres del Barroco español como Lope de Vega, Miguel de Cervantes, Luis Vélez de Guevara o Calderón de la Barca, por citar sólo algunos, ya habían creado sus obras clásicas. De modo que la influencia, y en este papel son decisivos los viajes a España de otro de los grandes nombres de la literatura dramática novohispana, nos referimos a Juan Ruiz de Alarcón, del Siglo de Oro español será una máxima en la obra dramática de Sor Juana, puesto que elementos como la mujer, el amor, el auto sacramental o la comedia de enredos propios del Barroco impregnarán sus obras.

Lope de Vega (1562-1635) y Pedro Calderón de la Barca (1600-1681).

Lope de Vega (1562-1635) y Pedro Calderón de la Barca (1600-1681).MUSEO DEL PRADO

El arte nuevo de hacer comedias

Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo es la poética de Lope de Vega, un texto ensayístico escrito en verso que leyó el dramaturgo en 1609 frente a la Academia de Madrid. Como se sabe la poética vigente hasta el siglo XVII era la Poética de Aristóteles, aunque en esta otra, Lope de Vega, lector de su tiempo, intenta reclamar un tipo de espectáculo diferente, uno que se ajustara a los gustos del público de su momento. Intenta así interpretar los sentimientos y valores del vulgo y crear un teatro de acuerdo con éste. Si bien ese gusto no deja de ser una interpretación de un dramaturgo que tiene el favor del público, lo cierto es que Lope de Vega va más allá y trata de incorporar nuevos preceptos al pensamiento estético de Aristóteles, basado en la tragedia. Del filósofo griego recoge la verosimilitud, la unidad de acción y el decoro de los caracteres o personajes, añadiendo la tragicomedia, las unidades de acción y tiempo y la polimetría. Es decir, inventa un género y una forma de ponerlo en escena a través de la palabra.

Sor Juana recogerá parte de estos preceptos lopescos en sus obras profanas como Los empeños de una casa, una comedia de enredo, o Amor es más laberinto, usando el arquetipo del héroe barroco. En la primera de las obras citadas, Los empeños… (1683) gira alrededor de dos parejas que se aman, pero que por azares del destino no pueden estar juntas. Es una comedia de enredo de las más destacadas de la literatura tardo barroca cuya característica principal, y éste será uno de los elementos diferenciadores de toda la producción de Sor Juana, es su eje temático, el cual es conducido por la mujer, tejiendo la trama con la construcción de un personaje fuerte y decidido que expresa, en cierto modo, los anhelos de la propia autora. Es así porque doña Ana, la protagonista de esta comedia de enredo, expone sus fracasos amorosos, fracasos que marcaron, también, la vida de la propia Juana de Asbaje. No en vano desde hace tiempo se habla de Sor Juana Inés de la Cruz como la primera feminista en el Nuevo Mundo, tal y como escribió la académica Dorothy Schons en 1925, recuperando así la figura de la monja en Estados Unidos.

Por su parte, en Amor es más laberinto (1689), coescrita con fray Juan de Guevara, la dramaturga plantea un artefacto para la celebración del conde de Galve, el virrey recién llegado. De alguna manera confronta el poder al poner en la voz de Teseo un largo discurso donde habla en favor del valor y no del derecho al trono. Ya no es la sangre, la mandataria que ha puesto a Minos en ese gobierno, sino el esfuerzo. A ese esfuerzo se vio abocada la propia Sor Juana cuando tuvo que refugiarse en los hábitos para poder pensar y escribir. Tomando como partida el mito de Teseo contra el Minotauro, la escritora no permite que el héroe se enorgullezca de su victoria, sino, por el contrario, que tome conciencia de su humildad.

“Amor es más laberinto” en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro, 2019.

“Amor es más laberinto” en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro, 2019.FESTIVAL INTERNACIONAL DE TEATRO CLÁSICO DE ALMAGRO

Autos sacramentales: La corte de Madrid

El auto sacramental tiene su origen en la Edad Media y, más concretamente, en el Auto de los Reyes Magos del siglo XII, la que es considerada la primera obra teatral en lengua castellana. Con esta concepción teatral se celebraba el Corpus Christi, fiesta destinada a la celebración de la eucaristía. En el siglo XIV se representaban, también, los misterios y las moralidades, parientes del auto sacramental. No fue hasta el siglo XVI que se consideró un género propiamente barroco. Fue en la España de Carlos V que se impulsó una renovación espiritual, la cual consistía principalmente en volver accesibles los evangelios a una mayoría mediante la divulgación de su lectura por parte de los humanistas. En este contexto podemos ver los autos sacramentales que no tuvieron su máximo esplendor, sino hasta el siglo XVI, con la figura de Pedro Calderón de la Barca en España y Sor Juana Inés de la Cruz en Nueva España. El primero escribió más de 80, la segunda tan solo tres que, sin embargo, dan muestra de la maestría de la dramaturga para la confección de tales piezas teatrales. Estas piezas son El divino Narciso, El cetro de José y El mártir del sacramento. Y todos ellos fueron encargos de la corte de Madrid para la evangelización de los indígenas que comenzó inmediatamente después de la conquista de América. Es muy interesante ver cómo el tema central de todos estos autos de Sor Juana es, precisamente, la colonización europea del Nuevo Mundo y lo hace en su condición de mujer, criolla y novohispana. He aquí su originalidad.

El divino Narciso (1689) es, sin duda, la obra dramática mejor elaborada de Sor Juana Inés. Y también es considerado el auto sacramental más perfecto de la jerónima. Se estrenó en Madrid en 1689 y tiene como fondo el mito de Narciso, conocido por Ovidio en Las metamorfosis, y cuya alegoría deja ver distintos niveles de significación. Se debe tener en cuenta que la alegoría es el recurso fundamental en la confección de los autos sacramentales para unificar teología y poesía. Y de eso se vale la jerónima en esta pieza abarcando la relación entre dos mundos: el de las creencias precolombinas y el del catolicismo hispánico. Sor Juana se vale de un rito azteca para introducir la eucaristía y ligar así ambos mundos y, al hacerlo, es la obra pionera en representar la conversión al cristianismo de un colectivo y no la conversión individual, más común en la representación del teatro europeo. Narci- so, divino pastor, es trasunto de Cristo en el auto de Sor Juana Inés.

Por su parte, El cetro de José (1692) fue publicado en Madrid, y nuevamente se vale la religiosa de la América precolombina como vehículo para tratar los temas bíblicos y mitológicos a modo de alegoría y poner en el centro el sacrificio humano que, en la obra de Sor Juana funciona como imitación diabólica de la eucaristía. Nuevamente, se representa la conversión colectiva al cristianismo. Esta obra no ha sido representada, hasta donde se sabe, fuera de Nueva España. Por último, su auto sacramental El mártir del sacramento (1692) fue publicado, junto con El cetro de José, en Madrid. En él, la jerónima aborda el martirio de San Hermenegildo, patrono de los conversos, muerto por decapitación al negarse a adorar una hostia arriana. El arrianismo era una doctrina cristológica que negaba la eternidad de Jesucristo al creer que había sido engendrado en el tiempo. La dramaturga aborda este martirio en un auto sacramental, creando una pieza que es, a su vez, hagiográfica e histórica y para abordarla utiliza un lenguaje sencillo y llano en contraposición con sus otros autos. De hecho, se vale de algunos recursos técnicos más propios del entremés que de un auto sacramental. Es posible que, al tratarse igualmente de un encargo, estuviera escrita pensando en su representación fuera de la corte y siguiendo los preceptos de Lope de Vega en el Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo: “Porque, como las paga el vulgo, es justo / hablarle en necio para darle gusto”.

“Los empeños de una casa”, Compañía Nacional de Teatro Clásico.

“Los empeños de una casa”, Compañía Nacional de Teatro Clásico.MARCOS GPUNTO/ COMPAÑÍA NACIONAL DE TEATRO CLÁSICO

El amor verdadero: Núcleo temático de su teatro

El amor es, sin duda, uno de los temas propios del Barroco y de las comedias, pues se atiene al tópico y al código propios de la poética del género. Es, sin duda, el sentimiento más sobresaliente de la comedia nueva. Este amor funciona como fuerza sobrenatural, fuerza en la que caen los enamorados sin que pueda la voluntad dominarlos. En nombre del amor todo se justifica, en nombre de la correspondencia amorosa. Esta síntesis argumental la encontramos en todas las comedias de la época y en no pocas ficciones contemporáneas, todo sea dicho, donde los personajes “mueren” de amor y, paradójicamente, el amor los llena de vida.

Y en este sentido, Sor Juana, siguiendo la estela barroca española, ofrece el amor y las relaciones amorosas como ejes temáticos de sus obras al igual que otros autores de su época. Si bien esto es cierto, también lo es que el planteamiento de tales relaciones tiene como punto subversivo el hecho de que es conducido, fundamentalmente, por una mujer. El tratamiento de la mujer en sus obras, confiriéndole una personalidad fuerte, capaz de manejar la voluntad de otros personajes, así como capaz de manejar los hilos de su propio destino, sitúa no solo el amor, sino a la mujer, en su integridad de valor, virtud y honor.

Quizá donde mejor queda esto reflejado tal y como hemos señalado sea en su comedia Amor es más laberinto, pero no solo, pues lo encontramos también en La segunda Celestina (1675). Esta comedia, fue escrita por Agustín de Salazar y Torres, más la dejó inconclusa, puesto que murió antes de su estreno. De modo que se cree que la terminó Sor Juana Inés. En ella se hace una caricatura de Celestina, presentándola como una hechicera cómica que se vale de sus dotes adivinatorias para obtener informaciones amatorias. Es, sin duda, una antiheroína. El tema del amor verdadero, que también puede leerse como amor a Dios en otras obras de la jerónima es, sin duda, el tema central de la obra de Sor Juana, quien a diferencia de sus homólogos ibéricos lo ejemplifica en mujeres dueñas de sí mismas. Si, como dice Dorothy Schons, fue la primera feminista en el Nuevo Mundo, ¿también le debemos el fin del mito del amor romántico a Sor Juana Inés de la Cruz?

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