Por Yoyo Malagón ()
Madrid.- En el verano pasado, cuando Karin Benzema llamó a Florentino Pérez y le dijo que tenía una propuesta irrechazable de la Liga Saudí, el madridismo se asustó. El equipo, que venía de perder en el torneo doméstico frente al Barcelona y de caer en semis de Champions ante el Manchester City, no tendría un goleador para hacer frente a sus rivales.El Madrid se guardó el nueve. Llegó Joselu y le dieron el 14. Los medios y los shows de televisión auguraron otro año malo para Carletto y el madridismo, porque le faltaría gol, y encima de eso, el rival directo, el de Cataluña, se había reforzado con un campeón de Europa, Ilkay Gundogan. Pero el técnico italiano se mantuvo tranquilo. Confió en Florentino, que es lo que debe hacer siempre un entrenador del Real Madrid.
Para colmo de males, se rompe un cruzado Thibaut Courtois, el potero titular, tal vez el mejor del mundo. Y poco después pasa lo mismo con Éder Militao. A Ancelotti no solo le faltaba el 9, el Balón de Oro, sino su mejor defensa y el arquero que lo sostuvo en los últimos tiempos, pero no se quejó. Se fue a una reunión con Florentino y José Ángel Sánchez y les dijo que se conformaba con un arquero, porque, aunque creía en Andriy Lunin, a este le faltaba experiencia.
Cuando le pidieron una sugerencia, dijo que Yasine Bono, el ex del Sevilla, pero que podía ser Kepa Arrizabalaga, incluso David de Gea. José Ángel y Florentino le prometieron que iba a contar con uno de ellos. Entonces, el presidente blanco le dijo que si se atrevía a enfrentar la temporada con solo tres centrales, y Carletto dijo, entre risas: «Tenemos seis centrales ahora mismo, presidente».
Para el zorro italiano, además de Antonio Rüdiger, David Alaba y Nacho Fernández, podían jugar en esa demarcación Aurelién Tchouaméni, Dani Carvajal y hasta Ferland Mendy.
Florentino sonrío. José Ángel apuró el resto del café, le dio una palmadita en el hombro a Ancelotti y le ratificó con un «confiamos en ti», algo así como que le tenían fe para enfrentar todos los retos de la campaña. En el aire estaba el futuro fichaje de Kylian Mbappé, y Ancelotti sabía que el francés iba a revolver las arcas del club, y quedó conforme.
-¿Si teníamos seis centrales, y se lesiona uno, no hay que comprar a ninguno, verdad?
-No, presidente. Todo está bien así. Lo vamos a manejar y todo saldrá bien.
-Podemos hacer un esfuerzo e ir a por alguno…
-Le aseguro que no hará falta…
-Suerte entonces.
Se la jugó de nuevo el italiano, quien comenzó a distanciar a su equipo del resto de los competidores, a avanzar en la Champions, a solidificar el juego. Tuvo dudas con la portería. Comenzó con Lunin, cuando llegó Kepa le dio la titularidad, pero después el ucraniano le demostró que el arco era suyo. Y lo hizo perfecto hasta las semifinales.
Bellingham hizo una primera parte bestial. Vinicius volvió de las lesiones como un tren. Militao regresó con dudas, pero le dio tranquilidad al banquillo, al extremo de que se ganó unos minutos en la final. Y Courtois regresó espléndido, sin goles en los cinco partidos que jugó, incluida la Gran Final de la Champions en Wembley.
Los que alardeaban en agosto y septiembre de que el Barcelona tenía mejor plantilla, de que pelearía por todo y que al Madrid no le alcanzaría para nada, menos para Europa, ahora hacen silencio. Andan por ahí cabizbajos, con la cola entre las piernas, porque no les ha quedado más remedio que admitir que Ancelotti es un maestro.
La Liga 2023-2024 la merece más que nadie. Y la Champions no será la de Viny Jr. ni la de Bellingham, sino la de Carletto. Larga vida al italiano, el mejor técnico del mundo, aunque él diga que es otro. ¡Grande!
