LA TIRANÍA CUBANA HA DESVIRTUADO EL DÍA DEL TRABAJADOR

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Por Joel Fonte ()

La Habana.- El 1 de mayo de 1990, en medio del proceso de desmoronamiento de la Unión Soviética, que cristalizaría el 25 de diciembre del año siguiente, se celebró la última manifestación del Día de los trabajadores en la URSS, la cual resultó en una masiva protesta antisoviética que obligó al presidente Mijaíl Gorvachov y otros altos cargos del Partido Comunista a abandonar la tribuna instalada tradicionalmente en el mausoleo de Lenin, y cancelar el desfile militar.

¿Por qué pasó eso?

Porque el pueblo ruso -al igual que el de las demás repúblicas que, una tras otra, se emanciparon- habían descubierto en aquel proceso de apertura democrática que resultó de la Glasnov y la Perestroika, que el verdadero enemigo de los trabajadores eran los comunistas en el Poder, que le habían arrancado sus derechos como clase por más de 70 años.

Perdieron el miedo al descubrir la Verdad, al apropiársela como arma.

Así, mientras el propio Gorvachov y su entorno insistían en defender la viabilidad del socialismo -en medio del caos y el drama social que vivían millones de personas en aquel enorme Estado- se reunía con presidentes, líderes del mundo capitalista y acaudalados hombres de negocios, con quienes cenaba en una intimidad cómplice, y les regalaba pedazos del enorme país euroasiático a poderosas empresas foráneas.

Luego muchos de aquellos ‘socialistas a ultranza’, tras el colapso, llegaron a posar habitualmente para campañas de la Apple y otros conglomerados capitalistas, a promover su liderazgo.

Es el mismo guion que siguen los representantes del castrismo en nuestro país, en ese proceso de construcción gradual del «capitalismo de amigos» que buscan imponer aquí, que exacerba su corrupción, y que cada vez los hace más repulsivos ante el pueblo, que desprecia sus vientres abultados como sinónimo de vileza.

Para continuar con sus planes, sin embargo, necesitan un contexto de «paz», de aceptación y tolerancia por el pueblo de cada una de las medidas que adoptan; necesitan acciones públicas que los validen, que los legitimen como Poder, tanto a lo interno como ante el mundo.

Y el empleo de movilizaciones, de marchas, de concentraciones populares, es una vieja arma que les ha sido útil por demasiadas décadas para construir esa falsa imagen de que el pueblo los apoya.

Por eso apelan ahora, como contexto propicio para ese fin, al Primero de Mayo, desnaturalizando la esencia de ese día, una vez más.

¿Y por qué puede afirmarse que se desnaturaliza esa fecha, como lo hizo antes la principal potencia socialista de la historia?

Para un cubano trabajador del Estado, ahorrar puede significar 'tener un pie en la cárcel' | DIARIO DE CUBAEl Primero de Mayo se instituyó como Día Internacional del Trabajador en conmemoración de la sangrienta represión que sufrieron los obreros de la fábrica McCormick, en Chicago, Estados Unidos, los cuales se fueron a la huelga en demanda de la reducción de la jornada laboral a ocho horas, cuando en aquel momento podía extenderse hasta las 18.

En gran parte del planeta ese día sirve como espacio de reivindicación de sindicatos y obreros que elevan sus demandas a patronos y a los gobiernos, legítimamente obligados a escucharlos, a atender sus reclamos.

Y es que los derechos laborales de los trabajadores -reconocidos en múltiples instrumentos internacionales y en las constituciones de la enorme mayoría de los Estados del orbe- incluyen en primer término el derecho a la manifestación y a la Huelga.

La huelga, en particular, es el derecho del trabajador a reclamar demandas -dejando de realizar sus tareas de forma transitoria- sin que por ello la empresa lo pueda sancionar.

Es una medida de presión frente a esos patronos, entes o empresas públicas, para exigir mejoras laborales, condiciones de trabajo más idóneas, salarios más elevados, protección del seguro social, entre otras.

Ahora bien, ¿qué tiene que ver esa realidad con lo que viven los trabajadores cubanos?

Protestas en Cuba: las imágenes de la represión del régimen comunista contra las manifestacionesEn Cuba no existe garantía ni protección alguna para los trabajadores, porque el propio régimen los ha convertido por décadas en esclavos modernos, a los que paga salarios de miseria solo para mantenerlos ahogados en ese círculo interminable de permanente esclavitud.

Dentro de esa estrategia está entonces, en primer plano, amarrar la iniciativa del trabajador, cerrarle las puertas a la creación de oportunidades para el libre emprendimiento, haciéndolo depender mayoritariamente del Estado.

En Cuba son cientos de miles los profesionales -médicos, abogados, ingenieros, técnicos de todas las especialidades…- que podrían generar iniciativas, negocios, que crearían miles de puestos de trabajo en poco tiempo, que cambiarían la realidad económica del país, y a los que no se les reconocen esos derechos laborales.

Así, ese derecho elemental a la huelga laboral, a la protesta colectiva, terminó con la llegada al Poder de los Castro en 1959, fecha a partir de la cual se suprimieron gradualmente todas las garantías esenciales a los ciudadanos cubanos y a los trabajadores en particular.

En la mente de Fidel Castro y de sus cómplices estaba muy fresco el ejemplo de la generación que en el ’33 arrojó a Machado del Poder a través de una huelga general.

En un contexto como el que Cuba vive hoy, si los trabajadores cubanos pudieran expresar libremente sus reclamos sin el temor de ser reprimidos, con toda certeza el régimen castrista sucumbiría en 24 horas a una huelga masiva de los trabajadores.

En su lugar, a la vez que frena cualquier exposición de derechos, el régimen crea espacios en los que reúne a sus adeptos, a los que se benefician con su permanencia en el Poder -y qué régimen no tiene adeptos, beneficiarios, si hasta Hitler era apoyado por millones en su etapa de mayor esplendor…?-  y construye con ellos esa falsa representación de apoyo.

Es un escenario cubierto de fisuras, de grietas, que lo harán colapsar definitiva e inevitablemente en un proceso que ya está en marcha, cuando los hombres y mujeres de bien que esta nación tiene -como antes lo hicieron tantos pueblos a lo largo de la historia- se apropien de la verdad, y pasen a la acción.

Basta de tolerar injusticias. No más temor. No más dictadura en Cuba.

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