MI ADORADA ANA

CURIOSIDADESMI ADORADA ANA
Por Esteban Fernández Roig Jr.
Miami.- En este proceso, en mi vida anticastrista, ¿quién fue la que más sufrió? ¿Quién fue la que más lástima y pena me inspira? Sin lugar a dudas: Ana María Gómez de la Torre, mi madre.
¿Quién fue la que más padeció mi salida de Cuba?: La pobre Ana. Y al mismo tiempo fue la que al final dio el visto bueno tras una campaña feroz de mi padre por sacarme de allí.
Con estas simples palabras decidió mi salida: “¡Tienes razón, Esteban, a este muchacho hay que sacarlo de aquí!
¿Quién vivió el resto de su vida pendiente de mí, averiguando, escribiéndome, recordándome?
Yo me fui y me incorporé a la lucha bélica y mi padre no sufría tanto porque compartía mis ideales, pensaba -al igual que yo- que aquello solo se cae a través de las armas, y había sido él quien me inspirara.
Mientras tanto, mi madre padecía, sufrió eternamente mi salida. Convirtió mi hogar en el Residencial Mayabeque -según sus vecinas- en “El museo de Estebita” con todas y cada una de mis fotos en las paredes.
Mi gran amigo Jesús Ysidro Hernández Torres me dice con justificado orgullo: “Yo era el único, junto a Jorgito Retureta, que visitaba tu casa, pasar por tu hogar era prácticamente un delito”. Los castristas decretaron mi casa y mis padres como “tóxicos ideológicamente”.
Cierto que mi padre era cien por ciento anticomunista, pero mi pobre madre era absolutamente apolítica y era culpada injustamente solamente por quererme, extrañarme y defenderme. Y quizás hasta por haberme procreado.
Al entierro de mi padre, quien se pasó toda una vida haciendo favores en Güines como Secretario de la Administración Auténtica, sólo fueron tres personas: Ella, mi hermano y un amigo íntimo de mi padre el ex concejal Eugenio Domínguez Guerra.
Simplemente porque la muerte de mi padre coincidió “casualmente” con la visita al pueblo del comandante del «Granma» Arsenio García Dávila y se corrió el rumor de que venía para llevarme preso si yo asistía al entierro. Como si yo fuera tan tonto.
Desesperadamente quise que vinieran, tenían todo para venir, visas, pasaporte, Jorge Ríopedre fue a buscarlos por Camarioca, Milton Sori por el Mariel, nunca aceptaron venir.
Dicen que sus últimas palabras en su lecho de muerte fueron: “Dios cuide a Esteban de Jesús, yo sé que él está bien y que pronto estará en la tierra que tanto defiende, aunque aquí sufrirá un gran desengaño porque el Güines que con tanto delirio ama hoy, es un infierno”.

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