Por Abel Tablada
LA Habana.- Ayer fui a La Habana Vieja para visitar el proyecto Yucasabi en la calle Obra Pia que promociona exitosamente el casabe junto a otros platos cubanos.
De ahí me animé a visitar las hermosas plazas del Centro Histórico.
Después de pasar por la Plaza de San Francisco, al llegar a la Plaza Vieja me dio una sensación de alegría, ver toda la plaza restaurada, llena de gente haciendo muchas cosas, sentadas en la fuente, niños jugando futbol entre ellos y con turistas, otros comprando mazorcas de maíz. Un ambiente sano y alegre como antes de la pandemia. De pronto me parecía haber viajado a otro país, una sensación parecida a la que he tenido al visitar otras plazas fuera de Cuba, donde no solo se aprecia la belleza de los edificios, sino también la energía de la gente.


Terminé el corto periplo por la nueva obra inaugurada la semana pasada que descubre las ruinas de la antigua muralla de mar y añade mobiliario urbano que recuerda que en ese lugar atracaban los barcos pequeños antes de las obras de relleno de la Avenida del Puerto en la década del 20 del siglo pasado.



Reitero las felicitaciones y reconocimiento a los que ahí trabajan, sus directivos, los colegas y trabajadores de la Oficina del Historiador, Restaura, Plan Maestro, el antiguo CENCREM, los artesanos, los que hacen proyectos innovadores, los que desarrollan negocios privados y los visitantes y residentes que cuidan esta parte de la ciudad.
Si un día siente depresión, si piensa que los problemas son insolubles, si está triste por la imagen derrumbosa y sucia de su barrio, le recomiendo caminar una tarde de sábado por estas calles y plazas. No tiene que consumir nada, ni sentarse a tomar una cerveza para sentirse mejor, para llenarse de energía positiva y ver la vida con un poco más de esperanza. La belleza y la armonía en espacios urbanos como estos tiene esos poderes, aunque solo ocurra en unas cuantas manzanas. Leal lo sabía y así soñaba ver toda la Habana como ahora soñamos nosotros.
(Tomado del muro de Facebook del autor)