CUBANOS BUENOS Y MALOS: TRAIDORES Y PATRIOTAS

SUGERENCIAS DEL REDACTOR JEFECUBANOS BUENOS Y MALOS: TRAIDORES Y PATRIOTAS

Por Anette Espinosa

La Habana.- Por años, todos los emigrantes fueron malos. Y el exilio fue una de las vías preferidas por el castrismo para quitarse de encima a algunos cubanos incómodos: les abría las puertas y los dejaba salir.

Fue solo una de las vías para acabar con la oposición. Porque en Cuba siempre hubo opositores, solo que Fidel Castro fue tan ladino que se las arregló siempre para, de una forma u otra, terminar con ellos. Ora enviaba a los que se les oponían a las pestilentes mazmorras en las que convirtió las cárceles con largas condenas de hasta de más de 20 años, ora los enviaba al exterior, o los fusilaba.

Casos hay miles, y dan para llenar textos enteros con historias espeluznantes sobre el destino de muchas personas que murieron, pagaron largas condenas o tuvieron que tomar el camino del exilio, siempre complejo y enrevesado, donde alguien les abrió las manos y los dejó rehacer la vida que la dictadura intentó cortar.

A cada uno de esos se le colocó al lado el adjetivo de traidor, tan odiado en Cuba desde siempre. Y hubo muchos que se lo creyeron de verdad. Incluso, hubo hermanos que dejaron de hablarse, padres que renegaron de los hijos, hijos que dieron la espalda a los progenitores, en medio de brutales campañas de odio, que terminaron, en muchas ocasiones, con actos de repudio, lanzamiento de huevos y piedras, e intentos de linchar a aquellos que no podían seguir en la isla.

Por años, cuando al correo de cada municipio o pueblo, llegaban los documentos de salida de alguien, los responsables tenían la misión expresa de informar a la dirección del Partido Comunista que, al instante, organizaba una comisión y se plantaba en la casa del bendecido para hacer un inventario de todo lo que tenía. En ese inventario entraban hasta los cubiertos, los viejos jarros de aluminio, y hasta algún tibor abandonado.

Todo lo querían los representantes del régimen. Los que se iban, tenían que hacerlo con la ropa que se llevaban puesta. Y lo que dejaban, entre ellos la casa, muchas veces iba a manos del dirigente del partido de turno.

Luego, regresar a Cuba, aunque fuera a ver a sus familiares, era casi una odisea, con cuestionamientos al llegar a los aeropuertos cubanos, pagando sumas gigantescas en los consulados de cualquier país para tener un nuevo pasaporte, con ultrajes de aduaneros y trabajadores de migración, que se vanagloriaban de tratar mal al que llegaba y de decomisarle cualquier cosa. Incluso todo.

Fue así por años, hasta que la tubería que existía entre Moscú y La Habana se cortó con la caída de la URSS y el artero Fidel Castro se dio cuenta de que la entrada de remesas podría paliar los problemas que comenzó a padecer aceleradamente el país. No hizo concesiones públicas, pero manejó con sus lacayos medidas para que el envío de remesas creciera.

Hubo un éxodo grande en los años 90, y ya después de su enfermedad y su posterior abdicación se abrió las puertas a los cubanos para que se fueran a cualquier país del mundo. Con los años, permitieron que los que se iban vendieran sus casas, incluso ahora el pasaporte dura más tiempo, no hay que renovarlo cada dos años, y abrieron, con la criminal complicidad de Nicaragua y Venezuela, la llamada Ruta de los volcanes, que ha mandado a tierras libres a cientos de miles de cubanos en unos meses.

Después de los sucesos del 11 de julio de 2021, las huestes castristas presionaron a miles de jóvenes para que se fueran. Les decían: “Te vas o vas preso”, y la inmensa mayoría no tuvo otra opción que marcharse. Era una forma de sacarle presión a la olla en que se había convertido el país, una vía para que aumentaran las remesas, que es otra de las cosas que le interesa al castrismo.

Mientras, desde hacía mucho tiempo, la cúpula gobernante y un sector de los residentes en el exterior estrechaban sus relaciones. Entre esos que se codean con el castrismo están algunos cuyos padres -o ellos mismos- fueron expulsados de Cuba casi a patadas.

Entre esos hay quienes perdieron sus casas, o las propiedades de sus progenitores. Los hay que estuvieron presos en las cárceles de Castro, que fueron amenazados por tener relaciones con extranjeros  y también hay oportunistas y aprovechados, que intentan sacar provecho de sus vínculos con el régimen.

Esos son los que participan en la Conferencia Nación y Emigración, organizada con bombo y platillo por el Ministerio de Relaciones Exteriores. Para lograr una amplia asistencia, las embajadas cubanas tuvieron que trabajar duro y exigir -así como lo leen- a los cubanos residentes fuera que cumplieran con las cuotas asignadas. Incluso, hicieron propuestas para que pudieran asistir unos en representación de todos, como aquello de hacer poninas para pagar uno, dos, o más pasajes.

Así funciona el castrismo. Aunque hay algunos, entre los participantes, que lo hacen por voluntad expresa, y son los mismos que después reciben entre abrazos al presidente de turno, el mentecato de Miguel Díaz-Canel, y su esposa cuando visitan los países donde viven, los que sacan banderas, corean consignas, participan en actos, llenan teatros para escuchar la misma sarta de mentiras de siempre.

Hay una migración digna, que se respeta sobre todas las cosas, que siente el dolor del pueblo cubano. Y hay otra indigna, postrada a los pies de la dictadura. Una es altiva, la otra sumisa. Una, por más que le prohíban volver a la isla, sigue llevando en sus venas la cubanía. La otra, por más que le abran las puertas de la isla y sus embajadas, solo representa el gen traidor que siempre tuvo una parte de los cubanos.

Ahora mismo, servir a la dictadura, prestarse para su juego, es ser un traidor.

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