EL REY DE LOS TONTOS: DÍAZ-CANEL

SUGERENCIAS DEL REDACTOR JEFEEL REY DE LOS TONTOS: DÍAZ-CANEL

Por Jorge Sotero
La Habana.- El impuesto presidente de Cuba es un anormal, un tipo sin carisma ni liderazgo, un segundón de cuarta categoría, que ni él mismo sabe cómo llegó a ese lugar desde donde dirige Cuba, o cree él que la dirige, porque nadie puede decidir sobre nada con tantos espías como tiene él detrás.

El Hombre de la Limonada, por tener miedo, lo tiene hasta de hacerle confesiones a su esposa -la ‘grácil’ Lis Cuesta- en la cama, porque cree que tiene micrófonos en las almohadas, en la tasa del baño, el espejo… él sabe que el clan Castro lo vela todo el tiempo, sobre todo el Tuerto, Alejandro Castro, quien pese a estar en la sombra, tiene más poder que el guajirito de Placetas, que se conformaba con ser secretario del Partido Comunista en Villa Clara.
Díaz-Canel es más tonto que todos los presidentes de América. Solo uno, aquel peruano de nombre Pedro Castillo, que parecía un pollo debajo de una canasta, podía aventajarlo. Y eso que tiene un título de doctor por la Universidad de La Habana, que nadie se explica cómo consiguió, porque uno de los condicionantes para tener un doctorado es conocer otro idioma y a él el inglés no le entra ni con chipijamas.

Su oratoria es de espanto. Y no sabe leer. Por más que se lea los discursos que otros le escriben y que se los estudie, no logra ser coherente. La oratoria no es lo suyo, y tampoco el sentido común. Y mucho menos la valentía. Un jefe de Estado puede ser gago, medio tonto, pero tiene que ser valiente, y el cubano es una rata que cuando los sucesos del 11 de julio de 2021 le sudaron hasta los calcañares.

Sus frases son antológicas, sus apariciones públicas se prestan para memes un día sí y otro también, sus análisis de la situación de la isla quedarán como un manual de todo lo que no se debe hacer. Y encima de eso, es de los que promete, promete y no cumple jamás, y de los que cree que todo se resuelve con ‘dar reuniones’, que es lo único que ha hecho el partido y sus dirigentes por años.
Díaz-Canel cae mal hasta cuando camina, cuando justifica, cuando intenta sembrar un poco de esperanza, pero sobre todo en esos momentos en los que toma a la esposa de la mano al lado de otro estadista, como si la suya estuviera tan buena y fuera tan elegante, que cualquiera se la podría llevar.

Da lástima el presidente impuesto de Cuba. Y da vergüenza ajena. Y genera odio, tanto que yo no lo puedo ver, y solo le pido a Dios que me dé vida y la posibilidad de estar en el tribunal el día que toque juzgarlo, pero no por sus tonterías o incontinencias, sino por haberse prestado para el juego criminal de la familia Castro, en lugar de vestirse de hombre una vez en su vida, poner los testículos sobre la mesa, y decirles a los malditos de Birán que es la hora de otra Cuba.
Los timoratos y los cobardes nunca harán eso, y el hombre que cree que el guarapo es el líquido más abundante y que la limonada es la base de todo, tiene un lugar reservado entre los grandes tontos de la historia de Cuba.

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