ALARDE CASTRISTA TRAS IDALIA

SUGERENCIAS DEL REDACTOR JEFEALARDE CASTRISTA TRAS IDALIA

Por Jorge Sotero
La Habana.- La tormenta tropical Idalia ya es historia para los cubanos. Pasó cerca, mandó un poco de lluvia para el occidente, penetraciones del mar, viento más o menos fuerte, derribó árboles, destruyó cosechas, tumbó algunas casas en Pinar del Río y provocó derrumbes en La Habana, una ciudad que se cae sola, sin que nadie la empuje.
Los medios oficialistas y los guerreros del castrismo en las redes, como siempre que ocurre algo así, se lanzaron al ‘combate’. Una publicación tras otra, en oleadas de intentos por transmitir mensajes positivos, por hacer ver que en Cuba nadie queda abandonado tras el paso de los fenómenos naturales, cuando en realidad los damnificados estaban abandonados desde antes, desde mucho antes.
En ese afán desmedido por proteger al régimen, como casi siempre, caen en ridiculeces tan grandes y poco creíbles, que cuando uno enciende el televisor o revisa las redes sociales puede creer que le toman el pelo, o se burlan de la inteligencia de las personas, por más limitadas que puedan ser.
Antes del paso de Idalia, algunos medios se hicieron eco de las medidas tomadas por el gobierno de algunos lugares de Pinar del Río para ayudar a los posibles damnificados. ¿Saben a qué se referían? Pues al adelanto de la entrega de lo que ellos llaman eufemísticamente canasta básica. Algo así como unas libras de arroz, unos gramos de frijoles o chícharo, un poquito de azúcar y para de contar. Nada más.
Aunque también, en algunos lugares entregaron dos días de adelanto del pan. Es como para ponerse las manos en la cabeza y apretársela bien para que no estalle, porque eso no lo puede entender nadie, en ninguna parte del mundo. Es más, lo escribo y siento tanto dolor que temo que me pueda dar un infarto, porque no termino por entenderlo.
¿Cómo es posible que a los pinareños, los más afectados por los huracanes en Cuba, solo les den la opción de unos panes que se ponen mohosos al momento, unas migajas de granos y un poco de azúcar para enfrentar las contingencias climáticas, que suelen durar días, meses y hasta años. Y ejemplos tenemos muchos.
Mientras, reportes de prensa de Sancti Spíritus, Matanzas, Cienfuegos, muestran los contingentes de trabajadores eléctricos listos para para partir a Occidente, cuando ya debieron haber estado a la espera en Artemisa, para llegar al momento. Pero eso no es todo: en lugar de ir sin hacer ruido, en silencio, de manera inadvertida, es todo lo contrario: sirenas, carteles, banderas… todo en un alarde de exposición que a mi me molesta.
Lo mejor que pudo pasar, y que me perdonen los pinareños, fue que Idalia se fuera por el extremo occidental, porque si le hubiera dado por atravesar otras regiones del país, no sé a adonde hubiéramos llegado. Incluso, se me antoja pensar que un fenómeno natural grande -que ojalá nunca ocurra- puede significar el fin del régimen, porque no tiene cómo hacerle frente.

El huracán Ian azotó una buena parte de la más occidental de las provincias cubanas en 2022 y los habitantes de muchos lugares estuvieron meses sin corriente, sin comida, viviendo a la intemperie. El gobierno, sin recursos para actuar, no sabía qué hacer para resolver la situación, y apeló hasta a la madera para paliar los efectos e hicieron unas casuchas que serán pasto ideal para el próximo meteoro.
Tengo familia en Pinar y sé de primera mano lo que pasaron, lo que sufrieron las madres con niños pequeños, núcleos con ancianos o enfermos, ante la escasez de todo.
Los gordos del gobierno fueron alguna vez y cuando vieron que las personas solo reclamaban, se marcharon y decidieron no regresar más y dejarlo todo a la divina providencia.
Los medios del castrismo, sin embargo, aprovechaban cualquier casa terminada, cualquier ayuda a personas puntuales para repetir lo mismo de punta a cabo del país: «la revolución no abandona a sus hijos». La mentira, de tanto repetirse, algunos llegan a creérsela, pero cada vez son menos y cada día se le cierra más el cuadro al régimen. Cualquier día vuelve a ocurrir otra explosión y entonces tendrán que correr.
La revolución no abandona a sus hijos, se los come.

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