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A CHOCOLATE NO LO VAN A DEPORTAR (I)

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Por Robert Prat

Miami.- Cuando los jefes orientan, no hay más remedio que cumplir, aunque el tema sea espinoso y se aleje de lo que uno prefiere hacer habitualmente. Por eso, cuando la jefa me preguntó si yo creía que iban a deportar a Chocolate y dije que no, me pidió que escribiera unas líneas con mis consideraciones.

La cruzada de Trump contra los migrantes a veces me parece un sinsentido, pero en otras lo entiendo. Es bueno para Estados Unidos que haya migrantes, porque harán trabajos que los americanos no quieren hacer, y tampoco los que llevamos mucho tiempo en este país, pero tampoco es obligatorio acoger a todo lo que han mandado de Cuba, Venezuela o Nicaragua.

De esos países vinieron cientos de miles de personas buenas, emprendedoras, gente que busca un respiro en medio de los atropellos a los que fueron sometidos allí, donde nacieron y donde tienen derecho a vivir y expresarse, pero las mencionadas dictaduras les cortaron las alas y los sumieron en la más absoluta pobreza.

Pero también llegaron bandidos, presos que fueron liberados con la condición de que dejaran el país. Y esos también arribaron por la frontera sur y están envenenando a los Estados Unidos.

Chocolate no vino por la llamada ruta de los volcanes, ni se tiró al mar en una balsa, de hecho, él mismo ha dicho que lo aterra el mar abierto. Así que, como artista, tuvo su visa, sacó su boleto, montó en un avión y para Estados Unidos.

Desde que llegó a tierras de libertad, su capital se multiplicó, pero también sus escándalos de violencia doméstica, maltrato, y eso provocó que fuera denunciado y apresado más de media docena de veces. Luego, cualquiera sabe por qué razones, esas mujeres jóvenes, con cuerpos esculturales, que se acuestan con él, retiraron sus denuncias, y Chocolate salió sin problemas.

Su récord debe ser enorme, pero es de manos sueltas con sus abogados y con sus presuntas víctimas, y todo arreglado.

La persecución de Trump no incluirá a Chocolate. No lo enviarán a La Habana, ni a Guantánamo y mucho menos a El Salvador. El autor de El Palón Divino tiene dinero para compensar todo eso, y si no tiene, hace un par de conciertos con miles de esos que son fans de la ‘buena’ música, recauda y paga.

Así funciona este mundo. Por eso los seguidores de Chocolate, el detestable repartero, pueden dormir tranquilo. Su rey seguirá en Estados Unidos, y libre.

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