Por Ramón García Guerra ()
La Habana.- La política de aislamiento de Donald Trump implica una desconexión radical y abrupta del mundo, mientras que la apuesta es por producir lo que importa el país en la actualidad.
Luego ese tipo de reconversión del aparato productivo conlleva un esfuerzo que debe ser sostenido por décadas. Siendo así, hallo que el cambio que Trump cree poder realizar apenas en un mandato va a meter a EEUU en una situación más grave que la que resultó de la crisis de 1929.
La apuesta de Trump es por reformatear el sistema con un click en el teclado. Pero el sistema es un sistema-mundo en dónde está China y está una división internacional del trabajo que integran más de 8 mil millones de personas. Siento que la candidez de Trump es como la del niño que come chocolate y esconde las manos sucias ante los padres.
Desde la época de Roosevelt los mercados de EEUU han sido el centro de gravedad de la economía mundial. Eso ha sido usando por el Gobierno de EEUU como arma comercial de la política exterior. Luego los niveles de consumo se han sostenido con las ventas a plazos; con lo cual hicieron crecer la deuda de las familias, que hoy insostenible. Explica eso los porqué de la caída del salario real y del aumento del empleo femenino en las últimas cuatro décadas.
Pienso que la sociedad norteamericana no cuenta con el capacidad para dar el salto cuántico que exige la política aislacionista que Trump echa adelante. Aunque él cree lo contrario. Trump cree que puede relanzar la tasa de acumulación del capital rescatando a las ciudades del óxido y revitalizando al mundo rural norteamericano.
Cuando se agotó la reserva de fuerza de trabajo en EEUU se apeló a los inmigrantes, dándole a éstos un lugar en el sótano de la sociedad. Como la pobreza es relativa eso funcionó como un sentimiento compensatorio entre las clases subalternas, pero hoy la política de Trump deja a estas últimas sin esa muleta. Aunque se sabe que la contribución del inmigrante al presupuesto de la Nación es superior al gasto social que desembolsa el Estado a favor del mismo.
Significa que la razón de la política de aislamiento de Trump no es económica sino que es política. Los aliados de Trump son la sociedad tradicional y los WASP, así como sus enemigos son la sociedad multicultural y las izquierdas woke liberales. La isla que Trump sueña se haya en el pasado a 60-70 años de distancia.
Luego, hoy Trump ha vuelto al momento de la historia en dónde Reagan optó por globalizar el dilema de EEUU. (El punto de inflexión fue Nixon.) Pero no es suficiente y ha ido más allá, donde Roosevelt. Explica eso el empeño de Trump por inducir una crisis estructural que desestabilice al Depp State. Aunque al final va a suceder que la sociedad norteamericana se hundirá en un pantano del cual no saldrá sino después de un siglo en el Calvario.
Pienso que la alianza de Trump con grandes fortunas surgidas de la crisis financiera de 2008 y de la economía. Como en la última década del siglo pasado, acabará siendo un pacto fallido puesto que en el primer caso su hábitat es la economía de casino y en el segundo caso es un producto de la economía globalizada; ninguna de ellas, aclaro, con salida a la inversión productiva.
La caída de los índices en las Bolsas de valores nos anuncia la tormenta que nos viene encima como un resultado de la política disruptiva adoptada por Trump. Pero este es apenas el inicio de una revolución mundial que ni siquiera los libertarios -liberales, comunistas o ácratas- han imaginado o visto en sueños. Entiendo que desde la Isla se mire al mundo de otra manera, pero eso nos impide ver al «gigante de siete leguas» que avanza y nos amenaza.
Sucede hoy lo que ocurrió en el cambio civilizatorio anterior (1870-1930), asistimos al reparto del mundo por los imperios. Significa que frente a la geopolítica de éstos se haya la soberanía de los pueblos. Debemos de adoptar esa perspectiva y repensar la desconexión del sistema-mundo capitalista colonial-patriarcal que nos avasalla.
Quizá lo más difícil de entender a esta hora es que vamos a coincidir con Trump en casos puntuales, aunque se llegue al punto por caminos diferentes. Luego no se olvide que Trump es apenas la otra cara de la moneda. Somos todos rehenes de un sistema interestatal mundial que es instrumento del capital, además. Porque se sabe que las políticas de Trump no se opone a la feudalización del mundo ni a la deriva autoritaria del Estado.