Por Víctor ovidio Artiles ()
Caibarién.- Es increíble el desarrollo cerebral que adquiere un individuo y las mutaciones que va experimentando en función de los fenómenos externos recurrentes.
Ante el déficit continuado de visión debido a la mano prodigiosa del Muchacho del Catao los horarios comprendidos entre las 5:45AM las 12:00M, con algún que otro bono de cortesía de su parte, según el déficit de mi bloque, casi puede decirse que me sobran los ojos.
Ya es carnavalescamente común que me afeite a tacto, utilizando las yemas de los dedos de mi mano izquierda para localizar las áreas a rasurar y las áreas protegidas para evitar heridas.
El desarrollo del sentido del tacto es tal que abro el closet y logro saber hasta el color de las prendas. «Este es el short rojo, este es el azul clarito, el bolsillo va palante, la camiseta está al revés, mira donde estaba la cartera, no tengo un kilo dentro de ella, se le hizo un huequito a la media, tengo que darle betún a los zapatos porque están pálidos…»
Con mi tendencia a cerrar los ojos en la oscuridad, he logrado ventajas competitivas sobre la mayoría. Nunca más me ha caído jabón en los ojos. Hasta mis pies han desarrollado un tacto atroz para percibir y eliminar la espuma residual en la bañera.
Hay algunas actuaciones que me preocupan. De seguir la mala fe del Muchacho del Catao, más allá de las mutaciones en los sentidos, temo estar convirtiéndome en algún animal nocturno. Cuando al chico decide regresarme la electricidad, en plena madrugada, comienza la vida.
Es un ir y venir de equipos de cocción en función del día siguiente. A esa hora se echa a andar la UBE Lavandería y Tintorería. El turbinero se pone un short y sale a escandalizar mi espacio. En ese proceso gastas unas tres horas que le cartereaste al sueño.
Soy una especie de búho o de murciélago, pero de los que tampoco duermen de día. Las ojeras ya son «cacheteras» por el nivel de expansión de territorios y he adquirido una coloración rojo bermellón en los ojos que me da una prestancia vampirezca.
Debo reconocer que este sistema de «vida» me ha demostrado que se puede prescindir de lo material pues ya me sobran los electrodomésticos y hasta el celular. Más idealista no se puede ser. ¡Lo que se están perdiendo los circuitos, las ciudades y los tipos no apagables!