Por Esteban Fernández Roig Jr. ()
Miami.- Entre los grandes culpables de la subsiguiente desgracia de nuestra patria ocupa un lugar promínente Crescencio Pérez montano, un guajiro nacido el 18 de abril de 1895 en Media Luna, Oriente, Cuba.
Este sujeto vivió toda su vida en la Sierra Maestra, cometiendo todo tipo de fechorías: traficante de marihuana, cuatrero y violador de guajiritas, tanto así que presumía de tener más de 80 hijos.
A finales de 1956 Celia Sánchez se comunica con este viejo bandido y le suplica que le tire un cabo a “un grupo de jóvenes que intentarán liberar a la patria desde la Sierra Maestra”.
En una punta de mangle nombrada Los Cayuelos encalló el Granma, lo cual obligó a adelantar la invasión para las 6:50 a.m. del 2 de diciembre de 1956 en Playa Colorada.
En realidad no fue un desembarco, fue un naufragio, una locura; los expedicionarios son inicialmente diesmados por las fuerzas gubernamentales.
Asustados, mareados, vomitando, andan sin rumbo fijo corriendo despavoridos…
Ese el el momento cumbre y desastroso para nuestra adorada y fatal Isla de Cuba: Crescencio envía a buscarlos a su segundo al mando en la fechorías un forajido arriero de mulas llamado Guillermo García Frías.
Los encuentran, los reagrupan en la finca El Salvador, propiedad de Ramón Pérez, hermano de Crescencio, en Cinco Palmas.
Bajo su mando, Crescencio tenía un montón de campesinos prófugos de la justicia y se convierten en la tropa inicial del Ejército Rebelde.
Ya Fidel Castro se siente seguro, y su alrededor crea una guardia pretoriana -inicio del G2- formada por Crescencio, dos de sus hijos llamados Sergio e Ignacio y Ramiro Valdés.
Ya ustedes conocen el resto.
