Por Dr. Marino Álvarez (Pediatra)
México DF.- Jorge Soler, el jonronero cubano que este año defiende los colores de Los Angelinos de Los Ángeles en las Grandes Ligas, dijo hace unas horas que no jugaría por Cuba hasta que no se acabara la dictadura, y allá fueron las clarias a comérselo.
Muchos de los perfiles que comentaron la publicación, que ahora no encuentro, lo hicieron desde perfiles ocultos, como es típico en estos casos, porque nadie allí dentro -o casi nadie- da nunca la cara. Y se escudan detrás de nombres falsos, perfiles inventados, pagados por el gobierno, para cambiar la corriente de opinión.
Sin embargo, hubo alguno que se atrevió a dar la cara, como Luis Enrique Bonet Cobo, un doctor al que conozco muy bien de mis años en Bolivia como parte de la Misión Médica Cubana que encabezaba él y su esposa, María Isabel Martínez. O al revés, ella primero y él después.
El doctor Bonet Cobo, que creo es de Matanzas, o de Cárdenas, le sacó en cara a Soler muchas cosas, entre ellas le recordó que era negro y que si no llega a ser por la revolución, aún trabajaría como peón en un cañaveral o cualquiera sabe dónde o cómo.
También le dijo que gracias al proceso que encabezó Fidel Castro pudo estudiar y hacerse deportista, y que, por tanto, es un hijo de la revolución, y a ella tiene que agradecerle el haber llegado a las Grandes Ligas y ser ahora mismo millonario. Solo le faltó reclamarle a Soler una parte de los millones que el chico se gana en Estados Unidos, como compensación a eso de haberlo convertido en persona.
Al parecer, Bonet Cobo olvida que antes del triunfo de lo que ellos llaman revolución, había cubanos en Grandes Ligas, muchos de ellos negros, y que Cuba era el segundo país con más jugadores en aquel torneo, una condición que se dejó arrebatar por el errático rumbo que tomó Fidel Castro en cuanto al béisbol.
También había negros millonarios, estudiados, abogados, doctores, políticos y militares. Pero el propio Soler, hace un tiempo, dijo en una entrevista que de no haber sido un gran pelotero, seguramente estaría en sus tierras de Melena del Sur en un caballo, como peón de ganado. Y lo dijo sin complejos, sin problemas, como algo normal. La vida es digna siempre que te lo propongas y siempre que te esfuerces y seas honesto.
Y la palabra honestidad no va bien con Bonet Cobo, y yo lo conozco bien, y algo comentaré.
En su etapa de Médico en Bolivia, Bonet Cobo y su esposa falsificaron hasta lo infalsificable. Engañaron a todo el mundo, comenzando por el presidente Evo Morales, el embajador Rafael Daussá, a los ministerios de Salud de los dos países y hasta las 11 mil vírgenes. Y lo hicieron sin pudor alguno, porque solo buscaban relevancia.
La esposa, la doctora María Isabel Martínez, falsificaba, y él la acompañaba con su firma detrás. No había un centro de salud en Bolivia que no tuviera un -o muchos- diploma firmado por ambos, y ese alarde de sobrecumplimientos, de vidas salvadas, de personas atendidas, de horas de consulta, les permitió llevarse a Cuba, cada uno, un auto moderno. A la Cuba donde nadie podía entrar nada, donde pensar en un vehículo era una quimera.
Su esposa, que ya no sé si lo es, era también la amante de Machado Ventura, y lo sabía todo el mundo en la misión médica, de lo cual sacaba provecho. Y también se decía que era amante de Daussá, el embajador. Y las malas lenguas -léase los choferes- decían incluso que estaba con Evo Morales. Y esas inmoralidades las permitía Bonet Cobo, quien ahora se rasca las vestiduras porque Jorge Soler dice que no juega por Cuba mientras haya dictadura.
Jorge Soler no tiene los mismos motivos que Bonet Cobo para defender a ultranza a la revolución, para ponerse un uniforme y aparentar que lo hace con orgullo, y prefiere dar un paso al lado, apartarse.
No es un doble moral el jugador de los Angels. Es un guajiro noble, que todo el dinero que ha hecho, que es mucho, se lo ha sacado a su cuerpo, gracias a un talento descomunal que en Cuba no quisieron ver. Y Bonet, parte de lo que tiene se lo debe a su sacrificio, a su talento, y la otra a ser un chicharrón del gobierno, un corrupto y un trepador más, por mucho que ponga en su muro los versos de Bonifacio Byrne a la bandera cubana.
Si tuviera un poco más de vergüenza, haría lo que muchos otros: se quedaría tranquilo, en silencio, medio oculto en su cueva, y disfrutaba o sufría de su revolución sin criticar a nadie. Porque cuando tu techo es de cristal no puedes ponerte a tirar piedras.
