LOS GLORIOSOS PORTALES

LECTURASLOS GLORIOSOS PORTALES
Por Esteban Fernández Roig
Miami.- Una de las maravillas favoritas de mi niñez era percibir que los pobladores en mi entorno hacían tremenda vida social en sus respectivos portales, y desde ahí yo recibía constantemente muestras de afecto y solidaridad humana.
Padres e hijos conversando entre sí, hablando con los vecinos de portal a portal, y saludando con cariño a todo el que pasaba.
Iba del Residencial Mayabeque hasta el parque central saludando a todos los güineros sentados en cómodos sillones en sus pulcros portales.
Me decían: “Hola, Estebita, ¿como está Ana María?“ El más cariñoso era el dentista Luis Pórtela, padre de Raquel y Flora. Yo tenía 12 años y él me hablaba como si tuviera 50.
Una mañana voy rumbo al colegio, paso por un portal donde un anciano está sentado en un columpio en la calle Mamey. Mi madre me dice: “Oye, Estebita, es Luisito Fernández Valdés, hermano de tu abuelo Manuel el juez del pueblo”. Me dio un abrazo y un beso en la frente.
En otro portal de la calle Real, veo cinco perros Bóxer. Me paro por 10 minutos a admirarlos. En la acera del frente distingo a Aracelita Cruz de lejos, la saludo sonriente.
Durante los carnavales tiro serpentinas desde el portal de mi prima Pepa Carabeo.
Paso el 90 por ciento de mi corta vida en los portales de Pinillos 463, y de la avenida Juan Rodríguez 7305. Siempre brillantes y diariamente baldeados con creolina por mi hacendosa madre.
Siempre sentí que vivía en un pueblo donde la gente me trataba con afecto gracias a ser parte de una familia respetada y querida por sus coterráneos.
Y si alguien dudaba en reconocerme, sacaba a relucir mi parentela. “Soy sobrino del gordo Carlos Gómez, el cobrador de la electricidad”..
Si alguien preguntaba:”¿Quién es este niño?”. Orgullosamente respondía: “Soy ahijado del alcalde Jaime Quintero, primo de los Gómez, de los Ortega, de los Rivero, de los Taracido, de los Carabeo, de Enriquito Fernández Barros, de Juvenal Rivero, de Jaimito y María Mercedes Quintero”.
Y al surgir el más leve y hasta imaginario peligro, tenía 200 portales donde correr a guarecerme hasta de la lluvia.

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