Por Víctor Ovidio Artiles ()
Caibarién.- Esta mañana, Tiñosa Emplumada, el hijo menor de Pluma Cagá, le prometió que le traería cigarros fuertes aunque tuviese que destruir todos los fuertes de la reserva.
Se pintó el cuerpo con tintes naturales y salió con sus lobos y sus armas. El sol produce una sensación de horno de inducción electromagnética que le ofrece un olor a pluma quemada al hijo del cacique.
Llega al primer kiosco, donde un conquistador revende chucherías a cambio de pepitas de oro. Tiñosa Emplumada trae el estómago con más ruido que un combo de carnaval pero las pepitas que le quedan son para su padre.
Esta mañana, Pluma Cagá gastó cinco pepitas de oro y dos pieles de oso gris en cinco libras de arroz y un paquete de perro pero no encontró cigarros. La tribu le ofrece la pipa de la paz pero el necesita algo fuerte ya.
Ante la negativa, Tiñosa Emplumada sigue con sus lobos hasta el próximo campamento de los hombres blancos. Sus lobos jadean bajo el sol. Encontró cigarros desconocidos en aquellas comarcas. No sabe de dónde coño los blancos sacan esa basura.
Ya los lobos no saben como apoyar sus patas. La pintura del cuerpo empieza a chorrear. Un conquistador le ofrece una caja de la bodega del hombre blanco a 600 pesos, o sea una piel de oso gris y Tiñosa Emplumada lo amenazó con atravesarlo con una flecha.
Recorrida toda la geografía de la reserva no tuvo más opción que rendirse. Sería la vergüenza de la tribu. Los lobos estaban destruidos y lucían como perros satos. Una mujer blanca quiso venderle una caja de cigarros Magnate a diez pepitas de oro y Tiñosa Emplumada tuvo que regañar duro a Campeón, el lobo alfa, que quiso ripiarla.
Regresaron a la tienda, tostados y con los pies destrozados. Pluma Cagá lo abrazó a pesar de que olía a rayo y le dijo: «Hijo, no cojas lucha. Hombres blancos piensan que somos millonarios. Pluma Cagá aguanta. Toro Sentado buscará pipa de la paz y fumaremos todos. Si declaramos guerra a hombre blanco nos joden y no tendremos ni pipa ni paz».