Por Fernando Clavero ()
La Habana.- La Federación Cubana de Fútbol acaba de hacer pública la convocatoria para el repechaje de la Copa de Oro, correspondiente al parón de selecciones de la FIFA, en el que están envueltas todas las selecciones nacionales del mundo, y me llama la atención que no hay un jugador que se desempeñe en Cuba.
Cierto es que una buena parte, por no decir la mayoría, militan en clubes de la región, escuadras de pocos recursos, en ligas de mala muerte, como la de Nicaragua, pero juegan en el exterior, algo que hace unos años era un imposible.
Hace poco más de dos décadas, en cada tribuna donde me paré, abogué siempre porque se les permitiera a los deportistas cubanos competir por clubes foráneos. Cuando abrieron las puertas para que el pelotero Omar Linares fuera a Japón, como premio a haberse quedado en la isla a pesar de las ofertas de equipos foráneos, me di cuenta de que había llegado el momento, pero era tarde.
Fue tarde para Omar Linares, cuya carrera se malogró en las series nacionales, sin haber exhibido todo su potencial en un torneo de primer nivel, y sin haber ganado el dinero necesario para llevar una vida cómoda para él y su familia en el futuro, como recompensa a un talento descomunal.
Era sabido que una vez terminara de servirle como objeto de propaganda a los gobernantes, lo iban a poner a un lado. Omar se dio cuenta solo después de aquella experiencia en Japón, pero ya era tarde porque sus años como pelotero habían pasado y ya nadie iba a dar un centavo por sus servicios.
En otros deportes pasaba igual. No dejaban a los cubanos salir al exterior a competir. Y todo terminó en que, de una forma o de otra, cada cual comenzó a buscarse la vida a su manera en ligas foráneas de cualquier deporte.
Por eso se fueron los mejores voleibolistas, los más destacados en el baloncesto, no solo las estrellas del béisbol sino todo el que creyó que tenía talento para vivir de él, los boxeadores, y no sé cuántos más, todo porque los gobernantes se aferraban a no hacer una apertura a todo el que quisiera competir fuera.
Solo cuando se dieron cuenta de que se iban a quedar sin deportistas, comenzaron a hacer concesiones. Abrieron las puertas, aunque condicionaron la apertura, pero ya nadie pudo parar el éxodo gigantesco, al extremo de que se ha ido todo el mundo. Y hay competencias por ahí en las cuales el podio lo copan cubanos y ninguno defiende los colores de la isla.
No miento. En el salto triple de los Juegos Olímpicos de París 2024, tres cubanos escalaron el podio. El campeón llevó su oro a España, el medallista de plata compitió por Portugal y el de bronce por Italia.
Ahora, el seleccionador Yuneilys Castillo convoca una escuadra para el repechaje de la Copa de Oro y no hay un cubano que proceda del Villa Clara, el Cienfuegos, el Ciudad de La Habana o Las Tunas. Incluso, ni de clubes como podría ser el San Cristóbal, La Polar o el Zulueta, sino todos del exterior, en una muestra de al pozo al que ha caído el fútbol en Cuba, en particular, y el deporte en general.
Cuando leo esto, pienso en Ramón Núñez, Andrés Roldán (padre e hijo), Regino Delgado, Ariel Álvarez, Manuel Bobadilla, Yernier Márquez, Dagoberto Lara y muchos más que pudieron haber hecho carrera como futbolistas en el exterior, y no ver cómo su vida se marchitaba entre el alcohol y el hambre tras colgar sus botines.
Ahora -para los culpables- es demasiado tarde. El fin de su hegemonía se termina. Los deportistas se han liberado, y el pueblo lo hará más temprano que tarde. No se puede someter a un pueblo entero a la voluntad de una familia at eternum.
