Por Yoelbis Albelo ()
Matanzas.- Hace muchos días en Matanzas no hay pan. Las panaderías del gobierno no venden el engendro que toca por la libreta de racionamiento, con el argumento de que no hay harina, y los particulares tampoco, porque la materia prima de sus negocios sale de las panaderías estatales. Es así y hay que decirlo.
Mis hijas no tienen pan para desayunar antes de ir a la escuela. Tampoco encuentro para mandarles para el horario de merienda, y regresan a la casa en la tarde ‘heridas’, porque quieren comer algo y no tenemos qué darles. Es tremendo y hay que decirlo.
Cuando yo era estudiante de secundaria, hace ya algunos años, nos enseñaron que la Revolución Francesa fracasó, entre otras cosas, por no crear casas cunas para los hijos de los trabajadores, por no acabar con el viejo aparato estatal burgués y por no fijar el precio el pan…
Había otras razones, según los que escribieron aquellos textos, por los cuales aquel proyecto se fue a bolina, pero solo recuerdo esos, tal vez porque con tres me alcanzaba para pasar un examen, pero ahora vale la pena analizarlo, hacer un recordatorio, traerlo de vuelta.
Desde que asumió el poder, Fidel Castro acabó con todo lo que tuviera olor a propiedad privada. Comenzó con las grandes propiedades de tierra, con los dueños de casas de alquiler, luego con las industrias y cualquier otra empresa, y así fue bajando el cuchillo hasta que lo pegó tanto al suelo que acabó con todo, y todo pasó a manos del gobierno.
Solo sobrevivieron algunas parcelas de tierra insignificantes, sin más remedio que vender sus producciones al precio que el Estado aprobara o declararse marginales y correr el riesgo de que le decomisaran todo.
En su cruzada contra los negocios particulares, el castrismo acabó con las panaderías y determinó que un cubano común -nunca un dirigente, un general o sus familiares- tenían derecho a consumir 80 gramos de pan al día. En La Habana, en tiempos de bonanza supuesta, el pan era por la libre, lo mismo que en Santiago, pero en el resto de Cuba era por la libreta. Te tocaba un cuarto de un pan grande o un pan pequeño, y nada más a cada persona.
El gobierno cubano se aprendió bien la lección de la Revolución Francesa, pero se le fue la mano. De pronto, el pan desapareció, no hay ni para los niños ni los ancianos y no pudo fijar más el precio, ni entregar aquellos mendrugos incomibles que daban tiempo atrás.
Con la última debacle, la presente, la harina desapareció, cuando hubo pan nunca tuvo los ingredientes necesarios, y muchas veces traía acompañado olor a cucarachas, o las propias cucarachas, ratones, moscas… cuando hay mucha demanda, todo lo que hagas lo vendes y con el pan sucedió así. Es una de las supuestas bondades del socialismo mísero en el que vivimos hace mucho más de medio siglo.
Y ahora, desde hace muchos días, en Matanzas no hay pan. Los padres no sabemos qué darle a nuestros hijos de desayuno. Y mucho menos para la merienda. Una vecina, con mucha iniciativa, les da palomitas de maíz, y otra les hace frituras de yuca, pero la yuca y las rositas de maíz también son rara avis en estas tierras.
Lo cierto, los teóricos del socialismo cubano, estudiosos de las causas por las cuales cayeron otras revoluciones, ya no saben qué decir sobre la situación actual y ni ellos mismos se creen que el infame momento en que vivimos pueda extenderse mucho más.
Según los patrones establecidos, en Cuba debió haber ocurrido una revuelta generalizada, para sacar del poder a los gobernantes y establecer un cambio definitivo, pero aún eso no ha ocurrido. ¿Las causas? Hay muchas, entre ellas la habilidad para reprimir de los que gobiernan, y la eficacia de un sistema que lo controla todo, incluyendo policías, jueces, fiscales, abogados y cárceles.
Por suerte, no hay mal que dure 100 años, y el final está cada vez más cerca.
PD: Por cierto, cuando habló del pan de Matanzas no me refiero al nombre de la montaña -si es que se le puede llamar así- sino al alimento, al más internacional e importante de todos los alimentos.
