Moscú.- Rusia vive días de euforia en víspera del tercer aniversario de la guerra en Ucrania, aunque no tanto por la marcha de la campaña militar como por la perspectiva de un arreglo con Estados Unidos que el Kremlin quiere vender como una victoria.
‘Para nosotros lo importante es que nadie nos impida llevar a la práctica la voluntad política de los dos jefes de Estado de abrir un proceso de arreglo pacífico’, dijo hoy Dmitri Peskov, portavoz presidencial, en declaraciones a la televisión pública.
La llamada telefónica entre el ruso Vladímir Putin y el estadounidense Donald Trump y la reunión del martes en Riad, en la que ambas partes acordaron normalizar sus relaciones, ha inaugurado oficialmente el estado de euforia.
Rusia se las promete felices y confía en lograr sus principales objetivos -la anexión de cuatro regiones y la neutralidad de Ucrania-, aún a costa de cerca de un millón de bajas, una economía lastrada por las sanciones y el ingreso de sus vecinos escandinavos en la OTAN.
La rehabilitación de Putin
Aunque aún pende sobre él una orden de arresto internacional por crímenes de guerra, los preparativos de una reunión entre Putin y Trump parecen el comienzo del proceso de rehabilitación del líder ruso.
Putin acudió este domingo a la ceremonia de entrega de medallas en ocasión del Día del Defensor de la Patria henchido de orgullo por la misión de los soldados en Ucrania que llamó ‘defender a Rusia’, aunque eso sólo se puede decir en el caso de la región fronteriza de Kursk, ocupada parcialmente por los ucranianos.
‘El que EEUU y Rusia discutan en Arabia Saudí sus asuntos bilaterales, es su derecho. Pero considero que EE.UU. ayudó a Putin a salir de años de aislamiento’, denunció Vladímir Zelenski, presidente de Ucrania.
El mundo al revés. Ahora, Zelenski es el dictador y el iniciador de la guerra, según afirmó Trump, aunque luego admitió a regañadientes que fue Rusia quien dio inicio a la contienda el 24 de febrero de 2022.
Además, Washington ya no quiere hablar oficialmente ni en el G7 ni en la ONU de ‘guerra’ o ‘agresión’, sino de conflicto, para no irritar a Moscú.
La Casa Blanca habla de convocar elecciones, aunque dos tercios de los ucranianos se oponen, mientras la popularidad de Zelenski supera el 50 %, muy por encima del 4 % del que habla Trump en sus redes sociales de desinformación, como las describió Kiev.
Una paz victoriosa
La máquina de propaganda rusa ha empezado a funcionar a toda marcha para vender el nuevo relato: ‘Ucrania y los europeos no quieren la paz, sino la guerra’.
‘La lucha no tiene como objetivo la expansión o la conquista de territorios. Nuestro objetivo es erradicar el neonazismo y crear las condiciones que garanticen una paz sólida y justa, tanto para Rusia como para toda la humanidad’, dijo el domingo Valentina Matviyenko, presidenta del Senado.
Altos cargos, políticos y militares rusos se apresuraron a ‘vender’ la paz, pese a que la guerra relámpago contra un país con armamento convencional se prolonga ya durante 36 meses.
‘En sus filas (del enemigo) reina ahora el miedo y el pánico’, escribió Dmitri Medvédev, expresidente ruso en su canal de Telegram.
Al más puro estilo de Trump -olvidó recordar los suministros iraníes y norcoreanos-, aseguró que la campaña militar era la única opción ante un enemigo ‘que recibía armamento y dinero a mansalva de todos los rincones del mundo’.
Por su parte, el subjefe del Estado Mayor, Serguéi Rudskói, aseguró que ‘Kiev ya no puede modificar significativamente la situación en el campo de batalla’, ya que ha perdido la capacidad para producir armamento y movilizar el número de hombres necesario para combatir.
‘La evolución del conflicto en Ucrania ya no depende de Kiev, sino de la voluntad de Occidente de construir una arquitectura de seguridad que tenga en cuenta los intereses de Rusia’, aseveró.
Debilitar a China, la jugada maestra
Con todo, los expertos alertan de que no es oro todo lo que reluce. Y que EE.UU. podría utilizar a Rusia como instrumento en su futuro pulso con China por la hegemonía mundial.
El presidente de EE.UU. Richard Nixon ya lo intentó en los años 70 con la conocida como diplomacia del ping-pong. Entonces, el objetivo era normalizar las relaciones con la China de Mao, con la que la Unión Soviética había librado una guerra fronteriza unos pocos años antes, para debilitar a la URSS.
Ahora, el enemigo más peligroso no es Rusia, sino China.
Según esa teoría, Trump firmaría las paces con Putin para centrar todas sus fuerzas en el gigante asiático, aliado estratégico del Kremlin. Para ello, EE.UU. debe encontrar un pronto arreglo para el conflicto en Ucrania y abandonar progresivamente a Europa a su suerte. (EFE)