Por Carlos Carballido ()
Dallas.- A cierta edad solemos mirar hacia lo que fue nuestra vida en retrospectiva. Sobre todo porque vengo de un lugar donde el clima, al menos, es lo único mejorcito que puede contarse.
Ha pasado mucho tiempo, y hoy amanecí en este otro sitio, ubicado casi en el centro de tierra adentro americana, con un frío que me impidió seguir durmiendo.
Hace mucho que opté por otro tipo de café y para colmo con esas pajarerías de la espumita.
Me doy cuenta de que en este país hay una cosa para cada estupidez, pero escasea lo que verdaderamente necesitamos los seres humanos.
Salgo a mi patio con mi café y veo no solo invierno texano, cruel, ventoso y con ese frío insoportable en los huesos. Veo, además, el paso del tiempo y prefiero olvidarlo para apurar ese sorbo que deja espuma en los cuatro pelos de mi mustache.
A fin de cuentas la vida no cambia solo porque uno quiera. Somos nosotros los que debemos ajustarnos a ella.
Termino el café y lanzo la rama al aire como aquella escena de Kurosawa en Yoyimbo y sigo el derrotero que apunta al caer al suelo. Total, todo, al final, nos lleva al mismo punto.