Por Miryorlys García ()
La Habana.- Todo se repite de modo cíclico, incluso el silencio. Para hablar con firmeza del quinquenio gris hubo que llegar al 2007. ¿Qué tiempo transcurrirá para que se debata con honestidad y sin miedos sobre San Isidro, el cierre de la Muestra Joven, el 27N y sobre lo que estamos viviendo día a día?
Me pregunto si lo haremos desde una Cuba libre o desde una nueva meseta, aún rodeados de censura y nuevos censores, reivindicando el pasado y a algunos a conveniencia, mientras se reprime a los más jóvenes y rebeldes con la complicidad misma de ese cíclico silencio.
Me da la impresión de que siempre es más fácil hablar del pasado y que tanto la censura como el silencio terminan siendo más que reivindicativos, selectivos.
Resulta hasta conveniente reivindicar las figuras cuando ya la propia muerte los silenció.
Yo preferiría que se exigieran más disculpas en vida, más cambios que tengan un efecto en la realidad que vivimos y no solo en el modo de mirar al pasado. Preferiría que todos tuviésemos una actitud más empática con las víctimas del presente, no hay mejor modo de rectificar ese pasado.
Es cierto que ello exige más valor, que corremos más riesgo, pero es, más que necesario, urgente.
Si bien no puede reformarse la economía sin cambios políticos, tampoco habrá una política cultural que garantice la libertad de creación sin cambios políticos, eso solo cabe en la cabeza de quien vive en una burbuja, porque la libertad de creación de los artistas no puede existir si no se respeta la libertad de expresión para ellos y para todos los cubanos.
El silencio de hoy no creo que responde a una intelectualidad y un debate adormecidos, seamos claros, se llama MIEDO, lo dijo Virgilio ante el golpe del arma sobre la mesa. Y prevalece, por eso estamos hablando hoy de Guillén Landrián, y ¡qué bien! pero no habla casi nadie de Luis Manuel Otero Alcántara, ¡no!
Habrá que esperar, quizás y con suerte, unos 20 años o, y perdonen mi rispidez, que ya no esté entre los vivos el valiente negro.