Víctor Ovidio Artiles ()
Caibarién.- Tenemos un ansia escondida con el espacio, como si fuésemos descendientes directos de Armstrong, Gagarin o la perra Laika. En los últimos tiempos se han asumido lenguajes que así lo demuestran.
Ante la celebración del cumpleaños de algún amigo le reconocemos el haberle dado otra vuelta al Sol. Te preguntas en qué nave espacial hizo el recorrido, teniendo en cuenta que el astro tiene su calorcito reconocido como un poco más que una casa del Bloque C en un apagón de Julio.
Cuando la publicación recuerda el aniversario de alguien fallecido pues le mandamos besos hasta el cielo. Supongo que para tan noble tarea utilicen algún tipo de nave Soyuz. Ya en el espacio exterior, los cosmonautas Alexei Ilich Yashin y Vladimir Vladimirovich Molotov, seguramente abren una escotilla y dejan salir los besos mandados. Que se las arreglen ellos mismos allá afuera.
Los matrimonios terminan siempre (o aveces, según el caso) en la luna de miel. En algunos casos la luna es mucho más pequeña, como del tamaño de una casita de 24 metros cuadrados. A la luna llena la culpamos de los trastornos de personalidad, de la mala educación y de los falsos locos.
No sé si son los dogmas o las religiones o la posibilidad de existencia de vida en otros planetas o galaxias pero casi todo lo asociamos al cielo, hasta los contados batazos y jonrones de los equipos nacionales de béisbol terminan con un beso y el envío al cielo.
Y a propósito de la pelota. Ojalá Alexei Ilich Yashin y Vladimir Vladimirovich Molotov acepten llevarse a nuestra preselección y lanzarlos en la cara oculta de la luna.