Por Irán Capote ()
Pinar del Río.- “A Sandrito le falta mano dura”, dijo siempre su abuelo, cuando el niño comenzó por cagarse en todo y reírse de ellos mismos y hasta desafiarlos: “Si tú eres rebelde, yo también “, respondía el muchacho cuando se le regañaba por romper un juguetico caro detrás del otro.
“Está echado a perder”, decía la abuela mientras lo complacía en comprarle más tecnología y le reía todas las gracias.
“Hay que llevarlo al psicopedagogo de la escuela, hablar con el PGI, darle vikingo de Preparación para la Defensa, obligarlo a hacerse autocrítica en la asamblea de grupo, ponerlo en Vaca Muerta cuando le toque el servicio militar”, ordenaba el tío abuelo, cuando Sandrito hablaba en inglés y cantaba moviendo el dedito y la cinturita: ¡parampampim pin pam!”
Pero Sandri, que se sabía príncipe y estaba coloradote por toda la carne roja que embutía, quería ser popular y marcar la diferencia.
La madre, atormentada por la presión del momento y circunstancias históricas, todos los días por la mañana le metía el mismo teque:
“Papi, no puedes llevarte el sándwich de atún para la merienda… Papi, saca la Pepsi de la mochila… Papi, deja el Game boy aquí en la casa… Papi, esas zapatillas no, mi amor, ponte las botas que hicieron los ortopédicos, ponte el chorcito malo, sácate el chicle de la boca…
Papi, no digas más que somos reyes y tú eres un príncipe, que nos vas a meter en problemas… Papi, es por debajo del agua… Papi, coge un pan de aquellos de la bodega. ¡No me lo acerques que me revuelvo toda! Papi, échale un chorrito de aceite. ¡Del de Oliva no! Del otro… Papi, lleva un pomito con agua con azúcar… Papi, hazme caso, nos vas a buscar una desgracia.
Pero Sandrito estaba tan deslumbrado, que todavía hoy, lejos de aquel niño que movía el dedito y la cinturita ¡Parampampim pin pam! sigue queriendo llamar la atención por encima del agua.
Y la abuela, meada de la risa cuando lo ve haciendo esas cosas en Facebook, todavía dice: “Está echado a perder”
