Por Arnoldo Fernández ()
Contramaestre.- Cuando aquellos apagones infinitos de los 90, cuando parecíamos unos quijotes asediados por el hambre, la sed, cuando apenas teníamos dos o tres armaduras para nuestros cuerpos, allá en el pedagógico Frank País, un guajiro de Tumba 7, llamado Eduardo Sosa Laurencio, guitarra en mano, iba de edificio en edificio con unas canciones que cantábamos a coro, porque las sabíamos de memoria.
Cuando aparecía un buen Chispa ‘e tren”, enseguida alguien pedía buscar a Sosa.
Cuando improvisábamos fogones para salvar el hambre eterna de aquellos años, de repente alguien decía, aquí falta Sosa.
Cuando prendíamos una fogata para espantar los mosquitos y el frío, cualquiera pedía buscar a Sosa.
Nunca decía que no, siempre tenía tiempo para regalarnos canciones y alegrarnos aquella vida universitaria tan difícil que nos tocó vivir.
Cuando el concentrado militar, Sosa era el motivo, para en medio de un campo de tiro, o en las noches del campamento, oírlo cantar, acompañarlo en el coro, o sencillamente tomarnos un litro de «Bájate el blúmer.»
Cuando el concentrado agrícola en Contramaestre, bajo los naranjos empezaba Sosa a cantar y terminábamos en el río o a la sombra de unos frondosos álamos.
Cuando la graduación de nuestro año, Sosa la puso buena con sus canciones, después en un almuerzo con el rector César Torres, la puso más buena todavía.
Todos nos sentíamos, amigos de Sosa. Después llegó Postrova y lo vimos convertirse en un músico reconocido. ¡Cuánto orgullo ver a Sosa en la televisión! ¡Cuánto orgullo saberlo de viaje por el mundo!
Un día Postrova acabó y lo sentimos mucho, pero Sosa no se fue de nuestros oídos y no paró de regalarnos canciones, de visitar nuestros pueblos, siempre el mismo, cálido, amigo, con una energía en sus conciertos que nos hacía levantarnos de los asientos y éramos una sola voz con la suya.
Tigre, así me dice, así le dice a los que son cercanos, o simplemente nagüito. En la penúltima visita a nuestro pueblo, estuvimos contigo todo el tiempo, así lo quisiste, de ese momento quedó esta foto. Con esa sonrisa que tienes aquí, espero verte pronto, tigre.
¡Dios permita que vuelvas a cantar en mi pueblo, El Son de Contramaestre!