Por Arturo Mesa ()
…de la serie…(Los Atlantianos).
Atlanta.- Tarde en la noche me llama la dueña de las bicicletas. “Arturito, necesito me hagas un recorrido mañana”, y yo: “Ohhh, qué bueno”, le respondo, viendo que ya regresaban los recorridos luego de tanto frío.
“No problem, ¿a qué hora?” Y la mujer me dice:
“Bueno realmente sí hay un problem, pero contigo eso no es problema, ¿verdad?”. Y ya estoy intrigado:
“El recorrido es en francés”. ¿Tú puedes, verdad?
¡Madre del verbo! Si desde que salí de Cuba yo no hablo esa cosa. Pero qué le iba a decir: “Está bien”, le respondo, y en vez de acostarme con la noticia, lo que hice fue abrir internet y ponerme a leer la historia de Marthin Luther King y los derechos civiles en francés. Averigua cómo se dice esto y cómo se dice aquello, cosa de arrancar bien y ya cuando estaba fundido decido acostarme y que sea lo que Dios quiera.
No es de sorprender que en noches como esa uno sueñe en francés y en medio del sueño escucho una voz afrancesada: ¿Y tú sabes cómo se dice: frenos y manubrio y semáforo y piñonera y ponche? Nada que al final lo que dormí fue muy poco.
Diez de la mañana y yo revisando bien las bicicletas, porque entre un ponche y un recorrido en francés no sé qué es peor. En ese momento dos blanquitos muy finos y sin mucho sol en el pedigrí se asoman por el parqueo.
“Morning”, digo yo, al final estamos en Atlanta, y la respuesta que me llevé no pudo ser más Marsellesa:
“Bon jour, estamos buscando un recorrido en francés”. Algo así como pa que no me vaya a equivocar.
“Cést moi-replico y ahí mismo me echaron una mirada de arriba a abajo algo sospechosa, pero… tumba eso que «guía avisado, no mata soldados».
Me presento y hago el procedimiento rutinario. Les indico en dónde quedan los baños y ya cuando regresan les suelto el mejor discurso sobre el recorrido que alguien haya podido imaginar (de memoria, claro y nos vamos).
Primera parada: Marthin Luther King. Se podrán imaginar la disertación que memoricé frente a la casa del hombre, hasta un grupo de Tenesineños que andaba de visita se paró a escuchar aquello. Lo mismo sucedió en la segunda parada: Buena explicación. Ya en la tercera parada me di cuenta de que mi estrategia pudo haber sido un error.
Los franceses tienen fama de ser fríos y pesados, pero cuando unos les llega es como si una varita mágica los cambiara y se vuelven todo lo contrario, pueden ser las personas más agradables del mundo, y estos señoritos al ver que uno hablaba bien (aunque de memoria, pero eso se los reservo a ustedes) empezaron a preguntar cosas que yo no sabía ni las respuestas ni como las iba a decir. ¿Papo, qué voy a saber yo cuánto melocotón produce Georgia, ni porqué le dicen el estado del melocotón, si no es originario de aquí?
Y a partir de ahí empezaron los oui, oui, oui y los ne sais pas, ne sais pas, ne sais pas. Pero siendo franceses ellos tenían que dar su versión de su lado del mundo y ahí fue cuando descubrí que si los dejaba solitos, ellos iban a preguntar y a responderse ellos mismos y mi función sería solo la de cerrar el tema con frases tipo: c’est la vie, c’est dure y cosas por el estilo.
Al final el recorrido fue un éxito, tanto así que si le digo a alguien que trabaja con franceses que la propina fue igual a la de un americano, no me lo va a creer.
¡¡Na, que Toy ejcapao!!