EL COSTO SOCIAL DE LA BANCARIZACIÓN

SUGERENCIAS DEL REDACTOR JEFEEL COSTO SOCIAL DE LA BANCARIZACIÓN
Por Saylí Alba Álvarez (CubaXCuba)
La bancarización ha dejado un saldo negativo para la mayor parte de las personas en Cuba, agudizado en el sector estatal. Los trabajadores comenzaron a recibir el salario a través de tarjetas y, en teoría, la mayoría de las gestiones de compra y venta debían realizarse mediante la aplicación Transfermóvil. Sin embargo, la realidad ha distado mucho de esa idea inicial.
Un primer problema está asociado a la cantidad de trabajadores, principalmente jubilados, que no tienen teléfonos inteligentes, por tanto, no pueden acceder al servicio. Esa es la causa principal de que en las colas de los cajeros y bancos veamos a tantos ancianos o personas jubiladas.
El otro gran problema está relacionado con las micro, pequeñas y medianas empresas (Mypimes), que en su mayoría no aceptan el pago por transferencia porque esas operaciones se reflejan en sus cuentas fiscales, cosa que tratan de evitar para no tener que pagar las altas cifras del fisco a fin de año. Otras razones suyas aluden a la necesidad de tener dinero en efectivo, o simplemente te dicen: «no aceptamos pagos por transferencias», aun cuando tienen el código QR frente al mostrador y está estipulado que se efectúen tales pagos. Es cierto que existen mecanismos para denunciar esas irregularidades, incluso números de teléfonos de inspectores a los que puede llamarse y acuden al lugar; pero también es cierto que resulta muy incómodo estar denunciando constantemente el deficiente acceso a servicios de todo tipo.
Con frecuencia ha sucedido que en el banco me entregan billetes de veinte, diez, cinco y hasta tres pesos; sin embargo, cuando he intentado pagar con ellos en dichas mypimes, no los admiten, y las dependientes te dicen con toda naturalidad: «no aceptamos billetes chiquitos». Existen varias causas para esa negativa. La primera es que como los precios de casi todos los productos son tan elevados, deben dedicar mucho tiempo a contabilizar las ventas y a cuadrar las cuentas a la hora del cierre. Otra razón es que en el propio banco, cuando van a depositar, no les aceptan los llamados «billetes chiquitos».
Otra historia transcurre en las afueras de los bancos y en los cajeros automáticos. Al ser imposibles determinados pagos por transferencia bancaria, las colas son enormes, hasta el punto que se extienden por varias calles. En los cajeros casi nunca hay dinero. La población acude desde horas de la madrugada y muchos duermen en las aceras para poder asegurar un puesto cuando, al amanecer, depositen el efectivo.
Solo es posible retirar una cantidad limitada, por lo general, a mil o dos mil pesos. En el caso de extraer el efectivo en línea desde la institución bancaria, es la misma cantidad límite. Esta disposición resulta increíble y absurda, pues te impide disponer libremente de tu propio dinero depositado en las cuentas de ahorro. De tal modo, los bancos dejan de ser instituciones confiables.
Otro tanto ocurre con el salario. El trabajador que perciba un salario de seis mil pesos, debe estar tres días haciendo colas interminables para cobrar dos mil pesos cada vez. En las filas de los bancos usted puede encontrar doctores, maestros, ingenieros, cuentapropistas, obreros de todo tipo, jubilados… en fin, representantes de variados sectores sociales.
Es cuestionable que si usted posee determinada cantidad de dinero, sea en salario, sea en cuentas de ahorro, y desea extraer una cantidad mayor a los dos mil pesos, no se le permita, como si el dinero realmente no fuera del cliente y sí de la institución.
La bancarización a estas alturas ha sido literalmente un fracaso, pues a todo lo explicado anteriormente hay que sumar también las muchas horas en que los bancos y cajeros no pueden prestar servicios por no tener electricidad o por dificultades en la conexión de los sistemas. Visto así, es un verdadero infierno.
En esta historia los más perjudicados han sido los trabajadores empleados en el sector estatal, que además de los altos precios que deben pagar por los alimentos y por todo tipo de productos y servicios, deben dedicar varios días del mes a hacer colas en el banco.
Una doctora se quejaba el otro día de que llevaba tres días sin ir a su consulta porque debía sacar efectivo para comprar comida y que sus hijos pudieran alimentarse. Un músico dijo que hacía cuatro meses no le pagaban y cobró juntos veinte mil pesos que necesitaba extraer para comprarle zapatos a su hijo. Una trabajadora de Cultura explicaba que aún no había logrado cobrar ni su primer salario, porque no tenía el PIN o contraseña de su tarjeta y como siempre había colas le era imposible hacerlas. Una maestra afirmó que sus alumnos estaban con la auxiliar pedagógica porque ella necesitaba cobrar. Un señor se lamentaba pues debía pagar treinta mil pesos a un albañil y «no lo dejan extraer esa cantidad», solo dos mil pesos, por lo que le tocará ir quince mañanas seguidas a hacer las colas del banco.
Esta situación también ha generado otros «negocios». En los grupos de Compra-Venta a cada rato aparecen publicaciones anunciando que se cambian transferencias por efectivo, donde el que transfiere debe depositar mayor cantidad de dinero del que recibirá en efectivo. Por otro lado, ya hay «clientes» que tienen sus contactos en los bancos, o sea, una especie de «cajeros» para que les «ayuden» a extraer determinada cantidad y ellos le hacen su «regalo».
Esto no parece tener solución a corto plazo y es uno de los grandes problemas que enfrenta la población. La pregunta sigue siendo ¿realmente existió una bancarización en Cuba? Sin mucho análisis económico o estratégico, y viéndolo desde la realidad del cubano de abajo, hasta este momento ha resultado un fracaso como otra de las tantas medidas desesperadas tomadas por la dirección del país, donde los perjudicados han resultado ser, en su mayoría, los trabajadores estatales que, además de enfrentar la precaria situación económica que les impide acceder al más elemental derecho básico que es la alimentación, deben ocupar una parte considerable del tiempo a las puertas de los bancos y ante los cajeros automáticos. En realidad, la bancarización ha quitado visibilidad al problema real, que parece ser a todas luces la falta de dinero en efectivo que permita acceder al servicio sin limitaciones de ningún tipo.
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Imagen principal: Sasha Durán / CXC.
Saylí Alba Álvarez es escritora e investigadora

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