Por Edi Libedinsky ()
Buenos Aires.- «𝐄𝐥 ú𝐥𝐭𝐢𝐦𝐨 𝐭𝐚𝐧𝐠𝐨 𝐞𝐧 𝐏𝐚𝐫í𝐬» (1972) es un controvertido drama erótico dirigido por Bernardo Bertolucci, protagonizado por Marlon Brando y Maria Schneider. La película explora temas de duelo, anonimato y sexualidad cruda, con el telón de fondo de la París de los años 70.
La historia sigue a Paul (Brando), un viudo estadounidense devastado por el suicidio de su esposa. Conoce a Jeanne (Schneider), una joven parisina, en un apartamento vacío e inicia una intensa relación puramente física.
Acordaron mantener sus identidades desconocidas, entablando una relación desprovista de detalles personales o apego emocional. Sin embargo, a medida que sus encuentros avanzan, emergen emociones profundas y luchas de poder, lo que lleva a una angustia psicológica.
Paul, perseguido por su pasado, utiliza la relación como un medio para escapar de su dolor, mientras que Jeanne, atrapada entre la ingenuidad juvenil y el deseo de independencia, se enreda emocionalmente. A medida que su dinámica cambia, Paul busca una relación más convencional, pero Jeanne se resiste, lo que lleva a un clímax trágico e inquietante.
La película ganó notoriedad por su contenido sexual explícito y la infame escena de la mantequilla, que Maria Schneider reveló más tarde que fue filmada sin su consentimiento previo, lo que provocó debates sobre la ética en el cine. A pesar de la controversia, la actuación cruda e improvisada de Brando fue ampliamente elogiada, mostrando su vulnerabilidad y profundidad emocional.
La dirección de Bertolucci, la cinematografía de Vittorio Storaro y la melancólica banda sonora de Gato Barbieri contribuyen al tono atmosférico e íntimo de la película.
«𝐄𝐥 ú𝐥𝐭𝐢𝐦𝐨 𝐭𝐚𝐧𝐠𝐨 𝐞𝐧 𝐏𝐚𝐫í𝐬» fue aclamada y condenada en su estreno, enfrentando la censura en varios países.
Hoy en día, la película sigue siendo una obra polarizadora, celebrada por su ambición artística pero criticada por su naturaleza explotadora. Es una compleja meditación sobre la pérdida, el deseo y los límites borrosos del poder y el consentimiento, dejando una marca perdurable, aunque inquietante, en la historia del cine.