Por Víctor Ovidio Artiles ()
Caibarién.- Nunca he sido muy creyente de cosas intangibles o improbables como el ave Fénix, el Yeti, las sirenas o la gallina de los huevos de oro. Mi incredulidad ha ido creciendo en los últimos tiempos.
Tanto es así que ya no sólo a esa gallina pongo en duda sino también las otras, las que dicen ponen huevos de clara y huevo. Esos «fake eggs» o «huevos falsos» para los que no saben nada de Inglés, deben estar hechos con Inteligencia Artificial porque es imposible que ya cada uno ande costando 120 pesos.
Más nunca he visto un huevo delante de mí, pero dudo que sus claras sirvan para hacer merengue… ni lleguen al punto de nieve. ¿Nieve esa mierda cara? La yema debe ser de poliespuma pintada y de la cascarilla fabricada de sus cáscaras, no esperen milagros en sus trabajos de santería.
Si salieran de verdad de gallinas normales, por nada del mundo les tentaría el trasero. Capaz que le metas el dedo en el ano y algo allá dentro se lo arranque de una mordida.
Mejor vivo del recuerdo lejano de mi niñez, cuando era un castigo abusivo, mandar un niño a la bodega a comprar uno o dos pesos de huevos.
Venir con un cartucho de huevos por la calle daba más pena que venir con los huevos afuera del short. Por favor, ni me mencionen de los lanzamientos…
