Por Eduardo Díaz Delgado ()
La Habana.- El gobierno cubano ha anunciado, y comenzado, la excarcelación de 553 personas, descritas como «presos por causas diversas», en un acto que parece más una burla que una muestra de humanidad.
La narrativa oficial evita por completo el reconocimiento de que estos liberados son, en realidad, presos políticos.
¿Por qué tanto esfuerzo en no admitirlo? Porque aceptar que en Cuba hay presos políticos sería aceptar que no hay libertades políticas, que vivir en desacuerdo con el régimen te puede costar la libertad.
Ese reconocimiento abriría una grieta en el muro de mentiras que sostienen desde hace décadas. La táctica de fabricar delitos comunes para destruir la libertad de los disidentes y evitar llamarles presos políticos es tan vieja que no logra engañar a nadie. Pero… ¿qué es un preso político? Es una persona encarcelada por sus ideas, por defender la libertad, por atreverse a pensar diferente en un sistema que exige obediencia ciega. Son los valientes que alzan su voz cuando el miedo paraliza al resto. ¡Hacen más por ti que tú mismo!
Y aquí surge una pregunta fundamental: si reconocemos que hay presos políticos, ¿por qué no liberarlos a #todos de forma inmediata? ¿Qué justifica que decenas, cientos, sigan encarcelados? Facilito: el régimen no quiere soltar las cadenas con las que mantiene bajo control a todo un pueblo. Estas liberaciones no son un acto de justicia, son una jugada política, y un chantaje que nos mantiene como rehenes del régimen al poder decidir por ti cuando entras, sales o haces cualquier cosa con tu vida que les afecte a ellos.
Y aquí surge otra pregunta que incomoda: ¿si no son presos políticos, entonces quiénes son? ¿Son delincuentes comunes? Y si lo son, ¿por qué liberar a 553 criminales de golpe? ¿El gobierno de Díaz-Canel está dispuesto a poner en riesgo la seguridad del pueblo? Parece absurdo, ¿no? ¡Claro! Porque no son delincuentes comunes; son personas encarceladas por pensar diferente, por exigir lo que es suyo por derecho.
Díaz-Canel dice que estas liberaciones responden a la «soberanía» cubana. ¿Soberanía? ¿Algo que ocurre justo después de un acuerdo con Estados Unidos, a escondidas, a través del Vaticano? ¿Hay que creer que es coincidencia? ¡¡¡Ñooo Diazka!!! ¡¡¡Vamos!!!
¿Realmente creen que alguien se traga esa guayaba? Si es soberanía, ¿por qué ahora? ¿Por qué no ayer, o hace cinco años? ¿Qué cambió? Además, ¿qué soberanía? Si las políticas en Cuba dependen de para dónde sople el aire, ¡señor! En Cuba cada problema es justificado con las cosas que pasan fuera y con las sanciones externas. Tal parece que cada cosa que tenemos es porque lo permite el bloqueo, porque cada cosa que no tenemos tiene esa «causa», aparentemente.
Esto no es un acto de soberanía, es una negociación, con nuestros derechos como moneda de cambio. Nuestra libertad es un token con el que juega el gobierno para obtener beneficios para ellos.
Son presos políticos y bien, no son presos por «causas diversas». Decir que lo son sería admitir que los derechos en Cuba no están garantizados y se reprime a la disidencia, que no existe libertad de expresión ni de pensamiento.
El régimen aplica la represión con una discrecionalidad y aleatoriedad calculadas. A veces se muestra infalible en aplastar cualquier atisbo de disidencia, y en otras ocasiones, sorprendentemente permisivo. Es una estrategia diseñada para confundir, para romper el argumento de que en Cuba se reprime sistemáticamente. Pero, aunque intenten esconderlo, la represión es real, es vasta, y su propósito es mantener el miedo vivo. Liberar a unos pocos no cambia el panorama, solo busca disfrazarlo.
Y sin libertades políticas, ¿cómo puede haber libertades económicas? Aquí está la raíz de la miseria que desangra al pueblo cubano: un Estado que no solo controla, sino que empobrece deliberadamente, manteniendo al país en la dependencia de remesas y en una economía de rescate. La libertad de expresión, de pensamiento, de organización y de manifestación son las armas que tiene un pueblo para corregir o cambiar totalmente el rumbo de políticas que afectan su desarrollo. Por eso son necesarias para que no sea quien comete los «errores», el encargado de darse cuenta de ellos y de buscarle soluciones. No creo necesario tener que explicar por qué.
Durante la revolución se ha restringido las libertades económicas, limitado los derechos del trabajo libre y estrangulado el emprendimiento. Cíclicamente, en cada crisis, realizan aperturas limitadas y luego vuelven a cerrar. La incapacidad de generar bienestar, la carencia casi de todo y la ineficiencia del modelo económico cubano los ha llevado a flexibilizar normas, dicen ellos que por acuerdos de un congreso de hace unos 15 años. Pffff!! Autorizaron a cubanos a abrir empresas y a importar productos. (Como si ese derecho fuera un bien del Estado).
Además, esta discrecionalidad también se extiende al ámbito económico. Cuando el régimen flexibiliza restricciones, no lo hace por un cambio genuino, sino por necesidad. Usan a los emprendedores como carnada, obligándolos a importar a través de empresas estatales que actúan como intermediarios para obtener créditos internacionales. Lo irónico es que los privados son obligados a pagar por adelantado (así no usan el crédito obtenido con ellos), mientras el intermediario estatal utiliza esos créditos para compras propias del Estado, ajenas a los intereses del sector privado. Es un abuso disfrazado de apertura.
Este tipo de “aperturas” no son sostenibles, y este reciente premio de quitar a Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo solo reforzará el retroceso en las libertades económicas. Ya se ha visto cómo el gobierno está restringiendo estas libertades de forma constante y calculada, probablemente mientras se negociaba este acuerdo.
El modelo de Díaz-Canel no es más que una economía de rescate, donde la miseria del pueblo cubano es utilizada como un recurso. Una economía de miseria, sostenida por el sacrificio de los cubanos en el exilio. Un país que no produce, que importa lo necesario para sobrevivir gracias a las remesas que llegan desde fuera, como un rescate para un rehén. Hacia eso ha migrado la, ya maltrecha, economía cubana. En este sistema, la pobreza no es una consecuencia, es una herramienta del régimen para mantenerse en el poder. Mientras más desesperados estén los cubanos, más lucrativo es para el régimen.
Al tiempo que en la isla, el pueblo sigue atrapado entre la represión política, la falta de libertades económicas y una pobreza planificada.
Este acuerdo con Estados Unidos, incluye sacar a Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo, a pesar de que el régimen sigue enviando paramilitares a Venezuela y apoyando a dictaduras en América Latina, o ayudando a crearlas. Este es el momento más desestabilizador y subversivo del gobierno de la Habana en décadas. ¿Cómo se puede justificar semejante premio a un gobierno que vive de reprimir dentro y fuera de sus fronteras?
Ni bondad ni de soberanía. Esto es una jugada desesperada para ganar tiempo, para aparentar cambios mientras todo sigue igual o peor; un régimen jugando con las vidas de los cubanos, manteniendo su control mediante el miedo, la manipulación y la miseria. Y aunque intenten disfrazarlo, solo expone lo que ya todos sabemos: en Cuba no hay libertad, y la miseria no es un accidente, es una estrategia.
Y mientras unos celebran, otros miles siguen tras las rejas por el simple delito de soñar con una Cuba libre.
Obviamente, me alegro muchísimo de que gente que ha pasado tiempo de su única vida presos, ahora estén libres, o al menos fuera de la cárcel. Porque no es un indulto, ni nada por el estilo, es una excarcelación anticipada. Esto es una mejora para la vida de gente que hizo lo que nos toca a todos en la prisión grande, la isla de Cuba, para cumplir ese sueño de una vez y por todas.