DERECHOS HUMANOS Y SALUD MENTAL: CRISIS DE LA ATENCIÓN PSIQUIÁTRICA EN CUBA

CUBADERECHOS HUMANOS Y SALUD MENTAL: CRISIS DE LA ATENCIÓN PSIQUIÁTRICA EN CUBA
Escrito por Autor protegido (CubaxCuba)
«La salud mental depende en gran medida de la justicia social».
Gro Halem Brundtland
El pasado miércoles 15 se cumplieron quince años de un acontecimiento que impactó a la opinión pública cubana. Aun cuando en aquel momento no existía el acceso actual a internet, la información se divulgó de una memoria flash a otra con la rapidez que el contenido de la noticia despertaba.
«El gobierno cubano confirmó este viernes la muerte de pacientes en el hospital psiquiátrico de La Habana, conocido popularmente como Mazorra. Según el informe oficial, los decesos se produjeron como consecuencia de la ola de frío que afectó esta semana al país», aseguró la BBC.
Aunque la cifra divulgada era inferior, fueron realmente unos treinta pacientes los fallecidos, en su mayoría ancianos. Recuerdo que las fotos filtradas parecían salidas de un campo de concentración nazi. Era una visión espeluznante de cuerpos completamente desnudos y descubiertos, con evidente estado de desnutrición severa. Dos cadáveres por camilla, tan famélicos que holgaban. Ni un poco de decoro parecía que merecieran, sin una sábana cubriéndolos a la espera de ser recogidos, seguramente para terminar en una fosa común. Téngase en cuenta incluso el abandono familiar que probablemente presentaban.
Si bien es cierto que por aquellos días las temperaturas fueron muy bajas, no lo eran tanto como para provocar fallecimientos masivos, a no ser que los pacientes estuvieran deteriorados, enfermos y no hubieran sido debidamente protegidos.
A raíz de aquellos hechos, vecinos del hospital psiquiátrico declararon a la prensa independiente sobre las pésimas condiciones del lugar: ventanas con la ausencia de paños de cristal, falta de cobertores para el frío, alimentación precaria. Aseguraron que muchos de los trabajadores de ahí, que vivían en la zona, «crían puercos con la comida que le roban a los enfermos».
El trágico suceso pudo haberse evitado por las autoridades sanitarias, pero la pregunta a hacerse es: ¿Cuánto ha cambiado la situación desde entonces? Viene bien hacer un recuento y ubicarnos en cuánto se ha retrocedido en lo referido a la atención al paciente psiquiátrico institucionalizado en Cuba.
UNA HISTORIA QUE SE REPITE
En fechas recientes, y en otros hospitales del país, han estado sucediendo hechos similares. Por ejemplo, el caso de los trece pacientes, también ancianos, fallecidos el 16 de febrero de 2023 en el hospital psiquiátrico de Holguín. Desnutrición, anemia y bronconeumonía fueron los diagnósticos generales. Muy probable también por la falta de protección ante los cambios de temperatura propios de los meses invernales.
Otras escalofriantes noticias llegaron en el recién finalizado 2024 desde el hospital psiquiátrico camagüeyano René Vallejo Ortiz. Ante la escasez de medicamentos para sedarlos, están aplicando electroshock a muchos pacientes y los mantienen amarrados o en camas sin colchón. De lo contrario, deambulan por los pasillos, descalzos desaliñados y sucios.
Los servicios del hospital carecen de las condiciones materiales y de higiene básicas: sanitarios llenos de excremento por la ausencia de agua, camas de hierro destrozadas, imágenes de piernas y brazos amarrados a patas de camas y a sillas, pijamas manchados, cuerpos famélicos… que integran una galería del horror.
Realmente los centros de salud, mantenidos bajo esas condiciones, no contribuyen a la mejora de los pacientes, sino a todo lo contrario. El temor a que un ser querido pierda la vida y se deteriore su salud bajo el techo de una institución que debería salvaguardarlos, ha hecho que algunas familias tomen medidas extremas. Por medio de las redes sociales se ha conocido el drama en que viven algunos pacientes con patologías psiquiátricas severas, cuyos familiares prefieren aislarlos dentro de sus propias casas pero no institucionalizarlos, con tal de, al menos, mantenerlos a la vista y proveerles de lo mejor que pueden conseguir, además de brindarle cuidados, compañía y afecto.
ÉTICA Y DERECHOS HUMANOS: ¿RETORNO A LAS «LACRAS DEL PASADO CAPITALISTA»?
Más que la mentira respecto al tema y la insistencia en demostrar «logros mantenidos» a lo largo del tiempo por un proceso socio-político presentado ante los ojos del mundo como «humanista» y «altruista», donde las carencias en los hospitales son atribuidas a la responsabilidad exclusiva «del bloqueo y las sanciones económicas injustas» contra Cuba; lo que más alarma en verdad es la deshumanización e indiferencia hacia el ser humano observada detrás de cada paciente psiquiátrico hospitalizado. Estas personas constituyen la indignidad de la sociedad, aquello que no se sabe cómo manejar ni dónde colocar. Lo mismo que le fuera criticado al antiguo régimen a inicios del proceso revolucionario.
No hay consideración hacia el paciente crónico internado, de diversas patologías y con distintos niveles de agudización. El tratamiento y la actitud de muchos auxiliares de enfermería no es la debida. Algunos creen incluso que tienen total impunidad ante el «loco» que se rebela o da qué hacer. A eso se suman la desidia, la indiferencia, la crueldad y el profundo desprecio hacia ellos.
Además de desnutrición crónica, sarna, piojos, picaduras de chinches y otros insectos, los mismos están muy vulnerables a enfermedades sistémicas y endémicas y se ven obligados a compartir, cuando los tienen, artículos de aseo que deben ser de uso personal.
Es común que algunos prefieran escapar de esas instituciones y se les vea deambulando y mendigando. De reclusión más bien se trata, no de simple internamiento.
Según un análisis aportado por Cubanet: «A juzgar por el estado de los hospitales psiquiátricos, las farmacias desiertas y la cantidad de enfermos mentales que “deambulan” por las calles, Cuba debe figurar entre los países con menos iniciativas regulatorias y normativas para promover la salud mental como un derecho humano universal, pese a estar entre las naciones firmantes de la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, un documento aprobado en el año 2006».
La ética ha colapsado en esos ámbitos, donde el sentido de internamiento es sustituido por el de reclusión. Algunos médicos hacen «de la vista gorda» y se limitan a escribir en la historia clínica, de donde no levantan la vista apenas. El personal de limpieza y de enfermería, los auxiliares —que tan necesarios son en esas instituciones—, el personal en general, escasea también.
Es contraproducente la inexistencia de condiciones para que los internos tengan momentos de esparcimiento. En su ausencia, tratan de escapar de su sala para deambular por el propio hospital pidiendo dinero, café y cigarros a acompañantes y visitantes, a personas que arriban con sus familiares para una emergencia o solicitud de receta; en fin, a cualquier cara nueva que vean allí.
Como ocurre en otros centros de salud, los hospitales psiquiátricos están colapsados, por lo que se dificulta la posibilidad de obtener una cama cuando la situación requiera de internamiento urgente. Los cuerpos de guardia en la noche pueden ser un lugar «de campaña», al convertirse en alojamiento de ingresos y sus acompañantes, que duermen en sillas, sillones, camillas, o en el piso. No hay lugar para colocar las pertenencias, así deben ser llevadas permanentemente por el peligro de que sean robadas en el propio hospital. Suele verse a los pacientes ingresados moverse con bolsos y líos donde suponemos que guardan pertenencias de valor.
Un sistema social como el cubano, en tan profunda crisis, no puede sostener instituciones psiquiátricas que funcionen bien y cumplan normativas y estándares internacionales. Estos supuestos lugares de internamiento se convierten entonces en lugares de castigo y no de sanación. Las personas enfermas van allí a ser maltratadas, retenidas sin apenas medicación y muchísimo menos alimentos adecuados y condiciones de aseo indispensables.
¿Qué diferencia hay entonces entre la situación de estos lugares en el pasado histórico y la muy similar que existe en el presente?
A pesar de ello, y de manera contraproducente, se ha generalizado la mentalidad «institucionalizadora» del personal médico, y se ha derivado esta a los familiares del paciente. El intento de «suicidio», tan recurrente en nuestro país, es equivalente a «ingreso», pero no en lugares acondicionados para encontrar seguridad y serenidad ante una crisis en la que se ve la solución en el fin de la vida; sino ahí mismo, mezclado con el «manicomio dramático» que resultan actualmente los hospitales psiquiátricos.
Allí la mezcolanza es caótica, y es lógico que una persona con episodio psicótico y suicida va a querer escapar. A veces es la propia familia la que se empeña a toda costa en internar al pariente aquejado de esa condición, aunque no haya cama, en cualquier lugar del hospital, en ocasiones hasta en el suelo. Al actuar así, ¿realmente los estarán salvando de sí mismos para que no recuperen jamás la cordura y estabilidad mental? ¿Qué experiencia humana y sanadora van a guardar en la memoria de un ingreso psiquiátrico esos pacientes? Será, con mucha probabilidad, un trauma más que se añade.
DERECHOS DEL PACIENTE PSIQUIÁTRICO INTERNADO. EL INGRESO INVOLUNTARIO
«Las personas con trastornos psicosociales tienen derechos y autonomía, la cual debe ser respetada cuando deja de ser considerada riesgo para los demás o para sí mismo, según criterios avalados por su médico tratante, no hay motivos para retenerla en una institución hospitalaria en contra de su voluntad, no es solo denigrante, sino inhumano. Estos centros psiquiátricos de cuidados, terminan convirtiéndose, en lugares de custodia, como si a estas personas se les aplicara una medida de carácter punitivo.
La mayoría de los casos de la retención de una persona con trastornos psicosociales en un centro de salud mental, se origina por el abandono de la propia familia, una vez determinada el alta médica, dejándolos a cargo del Estado».
Así sucede frecuentemente, y el Estado no se ocupa de ir a visitar a la familia e instarla para que recojan al familiar de la institución. Todo se adocena en la misma instalación de supuesta salud, donde no se logra mantener un límite organizado en su capacidad de atender pacientes institucionalizados con las condiciones requeridas.
Debiera darse el alta médica no solo cuando el paciente deja de ser un riesgo, sino cuando comienza a mejorar. Si tiene ya una mejoría de los síntomas debe ser dado de alta, pero ocurre que muchas veces recaen —lo que motiva nuevos ingresos— pues no existen los medicamentos en las farmacias locales y sus familiares no pueden costear los exorbitantes precios de estos en el mercado informal.
Se supone que un hospital psiquiátrico tenga en su diseño lugares apropiados y específicos para determinadas salas y funciones. Casi ningún servicio de salud pública es actualmente funcional, a pesar de que se han invertido algunos recursos para reformas y mejora de los mismos. Los hospitales psiquiátricos son los más relegados, y la concienciación social hacia el respeto elemental del paciente psiquiátrico es cada vez menor.
Ante la creciente presencia en las calles de toda Cuba de estos individuos, que en algunos casos han sido abandonados o echados de sus viviendas por la propia familia, y en otros son ex-internos de hospitales psiquiátricos que han escapado por no soportar las malas condiciones y tratos; se han creado los «Centros de atención al deambulante». Pero esto no se ha establecido de forma regular y permanente en todas las provincias. En algunas han desaparecido para colocar en su lugar a la propia institución psiquiátrica provincial. Es de dudoso prestigio este tipo de instituciones.
Han desaparecido los llamados hospitales psiquiátricos «de día», donde se trataba de forma ambulatoria a aquellos enfermos con diagnósticos de menor gravedad. Algo que permitía la atención pertinente para no llegar al extremo crónico, y resultaba un alivio para las familias con parientes con una condición psiquiátrica.
La situación es dramática y requiere que la sociedad civil tome nota de ella para denunciar y exigir cambios. La concienciación de los derechos humanos del paciente internado será poca para lo mucho que se necesita. Una actitud más proactiva y cívica en ese sentido puede ser el primer paso para combatir la desidia y el miedo; para romper el silencio de aquellos que no son escuchados. Podemos entonces ser nosotros «la voz de los que no tienen voz».
Imagen principal: Fotografía de la serie «Diez días en Mazorra», de Damaris Betancourt / Diario de Cuba.

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