CUANDO TODO QUEDA EN CASA

LECTURASCUANDO TODO QUEDA EN CASA
Por Arturo Mesa (…de la serie… (los Atlantianos)
Atlanta.- Ayer tuvo el honor de salvar a los Atlantianos de otro legendario disgusto. Los que conocen la historia del lugar saben que esto aqui es la constante bronca entre el blanco y el negro. El latino no cuenta, ni el indio, ni el europeo. En lo que ellos se fajan, nosotros les ahorramos el trabajo de hacer dinero y lo hacemos nosotros por ellos.
Por ejemplo, si a usted, latino, le dan un puesto de trabajo por encima de un blanco, no hay lío, si se lo dan por encima de un negro tampoco. Pero pobre del que se le ocurra darle a un blanco un puesto por encima de un negro y viceversa. Ahí sí que se forma.
Pues na, anoche estaba aburrido y con ganas de mover piezas y me fui a un torneo de ajedrez que se disputa los miércoles cerca de donde vivo. Me fui a pie porque son unos 20 minutos y había seis grados cuando salí.
Normalmente el torneo es fuerte, a diez minutos cada partida y a cinco rondas. Normalmente igual, ya sobre la tercera ronda me eliminan y me mandan a casa porque juegan muy bien a ese ritmo de juego. Teniendo en cuenta el frío, eso, anoche, me venía bien.
Hay un blanco que tiene como 2200 de elo y un negro que se le va pegando y casi siempre terminan definiendo al campeón, lo cual sucede en medio de regueros de piezas discusiones por el tiempo, llamen al árbitro etc… Normal, negro atlantiano vs blanco de igual origen. Lo que anoche había un venezolano, un nicaragüense y un cubano colados en la nómina.
A la altura de la tercera ronda el nica le gana al blanco y hasta se abrazaron. ¿A quién le va a importar un nicaragüense en Atlanta?
Luego al cubano (que milagrosamente existía aún) le toca enfrentar al Nica y por obra del espíritu santo (más el tiempo) le gana. Y entonces queda la final pactada a las once de una noche en la que la temperatura ya estaban a un grado, entre el negro y el infiltrado de la mayor de las Antillas .
¿Y qué pasó? de seguro se preguntarán. Pues na, que el cubano se fue a pie a la once y treinta con temperaturas de un grado, pero orgulloso porque, a poco de establecerse en esta ciudad de contrastes, ya fue capaz de evitar una bronca más entre el blanco atlantiano y su eterno rival.
Ahora, ni me pregunten de lo tullido que llegué a casa.

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