CASTRISMO… SEGÚN LA RAE

CURIOSIDADESCASTRISMO... SEGÚN LA RAE

Por Ramón García Guerra ()

La Habana.- Entérese, que el castrismo no es palabra derivada de Castro, –como lo ha aprobado la RAE; sino que es sinónimo de castrense –esto es: Estado despótico, sociedad cuartelaria, cultura autoritaria.

Entiendo, en tal caso, que el fidelismo es una forma de cultura política popular que es fruto de un movimiento de masas que se dió en la década de 1960 y que, además, fue un resultado de la formación de un «hombre masa o colectivo» (diz. Gramsci) en esa etapa del proceso.

Entonces el sujeto político del castrismo –que es un producto de la era soviética (1971-1989)– es un «hombre individuo», que fue al final una consecuencia de políticas de Estado que fracturaron a la sociedad a través del consumo.

«También creo que se impone –dije en otro lugar– que hagamos la distinción entre castrismo y Castro y entre Fidel y fidelismo, porque ni unos ni otros son lo mismo.»

Para los fidelistas la revolución es una fiesta; explica eso por qué, en los años de 1960, Cuba era la Isla de la libertad, el País de la sonrisa. Los fidelistas se reconocen en un idealismo que es basado en una actitud altruista ante la vida, una solidaridad popular militante y una acción consciente de masas revolucionaria.

Advierto que eso es algo que distancia a los fidelistas de las formas de conscripción que impuso el Estado obrerista en la era soviética. Explica eso por qué el castrismo y los imperialismos son enemigos de los fidelistas.

Incluso a finales de la década de 1960 eran los fidelistas los que ocupaban el mayor espacio en el espectro político cubano, mientras que se movían en las fronteras porosas que los distinguían de los nacionalistas y los guevaristas.

Carmelo Mesa-Lago se refiere al asunto en términos de «transición del idealismo revolucionario (fidelista) al pragmatismo institucionalista (castrista)». Explica eso, entre otras cosas, la resistencia que ofrecen los fidelistas a la cosificación de la sociedad y que ellos identifican con la maldición del eterno retorno del mercado.

Aunque la causa del retorno del mercado se debe en verdad a las crisis de realización que se dieron cada 8 años en las últimas cuatro décadas del siglo XX cubano y que luego son la consecuencia o se deben al lastre populista propio (léase, pecado original) del fidelismo.

Entonces hallo que los fidelistas hoy están obligados a renunciar a un igualitarismo (lastre populista) que bloquea la realización del proyecto y la ejecución de las políticas de nueva sociedad y hombre nuevo que han adoptado por más de seis décadas.

Pienso que se impone que hagamos aquí y ahora la distinción entre las economías locales y una economía a escala nacional. Siendo así, creo que el ámbito de las economías locales es el propio de las pymes y cooperativas; mientras que en la escala (inter) nacional se desempeñaría el resto de los actores económicos.

Luego se sabe que la lógica de acumulación de capitales es ajena a economías locales que se basan en un modo de reproducción de la sociedad en dónde los valores de uso están por encima de los valores de cambio.

Significa que el nicho político de los fidelistas es la comunidad, que es dónde una economía mixta socialista debe ser anclada. Hablábamos de dotar con tres patas a la economía: Estado, mercado y comunidad. Previamente, para que eso ocurra, tendrían los fidelistas que convertir al Estado y el mercado en extremidades de la sociedad.

Desde las licencias operativas que se otorgan hasta los contratos que se licitan, pasando por la creación de los presupuestos en los municipios y la fiscalización de la gestión del Gobierno, todo el sistema se debería ser anclado en la comunidad.

Entiendo que para los fidelistas ese es un gran desafío que plantea la necesidad de superar los déficits democráticos del proceso. Entender eso es algo decisivo en la lucha de los fidelistas en contra del castrismo, porque es solo de esa manera que el «idealismo» de éstos podría vencer a su enemigo.

Finalmente es sobre esas bases sociales y políticas que los socialistas cubanos –democráticos, revolucionarios y libertarios– podrían crear el consenso que permitiría a la revolución reinventarse y darse una solución de continuidad.

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