Por Mauricio de Miranda Parrondo
Cali.- Hace unos días falleció en su Austria natal, el director de escena Otto Schenk (1930-2025). Schenk dirigió diversas producciones en la Wiener Staatsoper, Bayerische Staatsoper, Berliner Staatsoper, Royal Opera House de Londres, Scala de Milán y el Metropolitan Opera House, entre los más importantes teatros de ópera del mundo.
Tuve la oportunidad de ver algunas de sus producciones en el MET. Entre ellas Tannhäuser (Wagner) en 1997 y 2004; Los Maestros Cantores de Nürnberg (Wagner) en 1998, 2014 y 2021; Rigoletto (Verdi) en 1999, 2000, 2006 y 2010; El Anillo del Nibelungo (Wagner) en 2000 y 2004; Parsifal (Wagner) en 2001 y 2003; Elektra (R. Strauss) en 2001; Rusalka (Dvorák) en 2004; Los Cuentos de Hoffmann (Offenbach) en 2004; Don Pasquale (Donizetti) en 2006.
Todas maravillosas. Sin embargo, quisiera destacar especialmente el Parsifal y el Anillo del Nibelungo.
El Anillo «de Schenk» comenzó a verse en 1986, pero se exhibió completo en sus cuatro partes (El Oro del Rhin, La Walkiria, Sigfrido y El Ocaso de los Dioses) en la temporada 1987-1988 y se mantuvo hasta la temporada 2010-2011 cuando se estrenó la nueva producción de Robert Lepage, también maravillosa.
El Parsifal se estrenó en la temporada 1991-1992 y estuvo hasta la de 2012-2013 cuando fue reemplazada por la más moderna de François Girard.
En ambos casos se trata de producciones «convencionales», pero de inmensa belleza estética y muy respetuosas con las indicaciones del compositor.
Otto Schenk no fue de esos directores que han decidido suplantar las indicaciones de los compositores con sus propias reflexiones, que muchas veces nada tienen que ver con las obras que dirigen. Por eso es tan común hoy en día que mientras alguno de los intérpretes se refiere a una espada, veamos en la escena una ametralladora o cuando quien canta se refiere a un barco, estamos viendo la sala de una casa con ventanas y todo.
Schenk se respetaba y respetaba a los compositores y libretistas.
En paz descanse, Maestro.