Por Oscar Visiedo (CubaxCuba)
«La creencia en el determinismo tecnológico representa un peligro porque exime a las personas de toda responsabilidad».
Yuval Noah Harari
Hialeah.- Había una vez un lugar mágico en el corazón de una isla llamada Cuba. Este lugar, conocido como el Kilómetro cero, no era solo un punto de partida para medir distancias, sino un símbolo del comienzo de todas las cosas. Desde allí, los caminos no solo conectaban ciudades y pueblos, sino también sueños e ideas.
Un día, un viajero curioso se detuvo frente al Capitolio de La Habana, justo donde el Kilómetro cero se encuentra marcado en el suelo. Observó la cúpula imponente y sintió que ese lugar no era como cualquier otro. Era un espacio lleno de historias y promesas. «Este es el lugar donde comienza todo» —pensó.
Entonces, el viento, que siempre tiene algo que contar, empezó a susurrarle secretos del pasado y visiones del futuro. Le habló de tres infraestructuras que eran como pilares invisibles sosteniendo la Isla:
La carretera central, una obra maestra de la ingeniería que unió a todos los rincones de Cuba, recordando que ningún lugar estaba demasiado lejos si había voluntad para conectarlo.
La Constitución de 1940, un documento audaz que, aunque envejecido, seguía resonando —como un faro en la oscuridad— con ideales de justicia, equidad y libertad.
Las redes de información, tejidas en los años 80 y 90 por mentes brillantes que, a pesar de la escasez, conectaron a Cuba con el mundo, soñando con un país que navegara libremente por los mares digitales.
«Pero estas infraestructuras —pensó el viajero—, son como patas de una mesa que aún no está completa. Falta algo más». Y fue entonces cuando el Capitolio, como si escuchara sus pensamientos, pareció susurrar: «Lo que falta es un relato, una historia que inspire a los cubanos a reconstruir su nación».
El viajero imaginó un relato que hablara de unidad entre la Cuba isleña y la Cuba de la diáspora. Un relato que honrara el pasado sin quedar atrapado en él. Un relato que viera en el Kilómetro cero no solo el origen de los caminos, sino también el origen de las ideas que reconstruirían la nación:
Una economía que integrara lo mejor de la creatividad cubana, dentro y fuera de la isla, para competir en el mundo.
Instituciones fuertes y modernas que garantizaran justicia y libertad, respetando los derechos de todos.
Una revolución digital que rompiera las cadenas del aislamiento y conectara a cada cubano con las infinitas posibilidades de la tecnología global.
El viajero, inspirado, se arrodilló y escribió un mensaje junto al Kilómetro cero:
«Reconstruir Cuba es construir juntos. El Kilómetro Cero no solo mide distancias; mide esperanzas. Somos la cuarta pata de esta mesa. Nuestra unidad, nuestra visión y nuestra voluntad harán que Cuba se levante y camine hacia un futuro mejor».
Y así, mientras el sol se ponía tras el Capitolio, el viajero entendió que la reconstrucción de Cuba no era solo un sueño. Era un proyecto que comenzaba con una historia compartida, un relato capaz de inspirar a todos los cubanos, sin importar dónde estuvieran. Desde ese día, el Kilómetro cero dejó de ser solo un punto en el mapa y se convirtió en el símbolo de un nuevo comienzo.
Oscar Visiedo es Informático cubano. Exdirector del Centro para el Intercambio Automatizado de Información (CENIAI).