Por José Luis García Fuentes
Hermosillo.- Estamos viviendo otro episodio de caricatura entre México y Estados Unidos, con dos personajes intercambiando mensajes para divertir a sus auditorios. Uno quiere cambiar el nombre al Golfo de México, que se ha llamado así desde el siglo XVI, supuestamente porque al renombrarlo «Golfo de América», eso llevará algo de la grandeza prometida y recuperada a su nación, mientras la otra responde con una gansada, ocupando tiempo de su (presunta) presidencia en alimentar el nacionalismo intensito, en lugar de concentrarse en los problemas reales del país.
De cualquier manera, Trump solo podría cambiar ese nombre de forma unilateral. Hay instituciones internacionales que exigen pasos para hacer tales cambios, por cuestiones cartográficas y de comunicaciones, y necesitaría el consentimiento de México y de Cuba, que comparten aguas del mismo golfo. Y eso no va a pasar, ya se sabe.
Para hacer un cambio de nombre interno, necesita aprobación de la BNG, como hizo Obama para cambiar el nombre al monte McKinley, en Alaska, por Denali —un nombre nativo—, dado que el presidente William McKinley nunca estuvo en Alaska. Eso ya lo ha de saber porque, de hecho, una de las propuestas de Trump es volverle a poner el nombre de McKinley al tal monte.
En México se hizo algo similar, cuando en 2021 el gobernador Jaime Bonilla determinó cambiar el nombre al Mar de Cortés o Mar Bermejo, por Golfo de California, institucionalizando el repudio al conquistador, don Hernán, con cambios oficiales que debían ser llevados hasta la enseñanza pública.
En ese caso, y como va a pasar con el otro golfo, un cambio nominal no va a significar que todo el mundo lo llame así a corto o mediano plazo. Lo que ocurre cuando se renombran calles, avenidas o poblados, que la gente los sigue llamando de la manera en que se acostumbraron, y no del modo que le imponen.
Entre tanto, discutir sobre esto o sobre quién fabrica fentanilo y quién lo consume, parece ser un excelente entretenimiento, mientras las crisis reales internas de inseguridad se esparcen como un cáncer.