JUANITO CON DESVELO Y SOPA

LECTURASJUANITO CON DESVELO Y SOPA

Por Carlos Cabrera Pérez

Majadahonda.- Juanito pasó toda la noche inquieto porque sus padres se mudaron hace un mes a una casa nueva y temía que Melchor, Gaspar y Baltasar no encontraran la vivienda y lo dejaran sin juguetes, porque aún ignora que sus majestades son eruditos orientales y viajan equipados con GPS de última generación.

La primera parte de la noche la pasó en duermevela, atento a la más mínima señal de la llegada de los Reyes Magos y, cuando una rama se movía o un ruido extraño atravesaba las paredes de su cuarto, corría hacia el baño más próximo, donde había dispuesto golosinas para los monarcas y hierba para sus camellos.

El baño tenía la ventaja de que su ventana daba a la calle de acceso a la nueva casa y Juanito albergaba la ilusión de divisar la caravana desde su conveniente atalaya, pero el sueño acabó venciéndolo y, cuando despertó, volvió al baño, donde ya no quedaban rastros de turrones, mazapanes ni heno.

Del baño, aún en pijama, fue directo a la sala, donde tres cajas forradas con papel de vivos colores, atesoraban sus regalos, que fue descubriendo por orden de tamaño, de menor a mayor. La caja chica contenía un submarino a pilas, que su padre desembaló y armó para soltarlo en la bañadera a medio llenar.

La mediana, un carro de bomberos de Nueva York con réplicas detalladas de hombres y medios, incluidas gruesas mangueras con bocas niqueladas. Y la grande guardaba un campo de fútbol interactivo, donde su equipo favorito enfrentaba a su más enconado rival.

Mientras su padre jugaba con el submarino en la bañadera del aseo principal, su madre eliminó los restos de papel y guardó los embalajes por si hubiera que cambiar alguno, dentro del plazo marcado por la ley de comercio.

Juanito anduvo media casa con el carro de bomberos, que encendía luces y tocaba la sirena para que el resto de vehículos dejaran el paso libre a la dotación neoyorquina. Su madre imprimió un plano detallado de Nueva York y dibujó tres incendios en diferentes puntos, marcados con los números 1, 2 y 3; a los que debían acudir, en orden correlativo, los apagafuegos en su lustroso y equipado camión.

Para comer, el padre dejó el submarino sumergido, pero apagado; Juanito se llevó el camión a la mesa y lo colocó sobre sus muslos y el abuelo dispuso el campo de fútbol para echar un partido, después de los postres y licores.

Comieron las sobras bien conservadas de tantos días de celebración; excepto una Bullabesa que sus padres compraron en un italiano del barrio, decantándose su madre por los restos de una pularda en pepitoria, el padre por postas de una paletilla de cabrito, el abuelo por un potaje con todos los hierros y Juanito por unas croquetas de bacalao y rabo de toro, regadas con Coca Cola.

-Abuelo, ¿cuándo tú eras niño venían los Reyes Magos?

-Venían, pero no siempre eran puntuales porque entonces nevaba mucho y los camellos pasaban las de Caín para atravesar montes y parajes helados.

-¿Y cuál fue el juguete que más te gustó?

-Una bicicleta marca Niágara y unos patines Chicago. Con la bici conquisté a mi primera novia y con los patines gané dos competencias.

-¿Y nunca te dio por jugar al fútbol?

-Era malo, no tenía cabeza táctica y mi físico era muy endeble para aguantar ese ritmo.

-Pero…

-Juan, deja comer al abuelo en paz y tómate la sopa.

-Mamá, que no quiero sopa.

-Ni siquiera la has probado.

-Pero mamá, es que no me gusta.

-Tómatela o te quedas sin juguetes hasta que te la tomes.

-¡Ay, que rica está la sopa, mamá!…

 

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