Por Víctor Ovidio Artiles ()
Caibarién.- Hoy desperté con el sonido ensordecedor de la bomba de agua que más bien sonaba como una andanada de bombas FAB 3000. Al salir al exterior encontré medio camión de jabas, papeles, nylitos, sacos, globos y precintas descansando en mis alrededores.
Basi se despertó alterado hoy con los vientos del nordeste. Entre el viento y el trabajo mancomunado de perros y buzos se ha llenado de basura todo. Menudo despertar.
Entre el ruido y la basura el despertar, capitán del día, fue ascendido a coronel. En eso estaba cuando dos hombres dirigieron sus pasos hacia mi casa. Vestían igual, hasta se parecían.
Pantalones azules, camisas de cuadros metidas por dentro, peinados correctamente y portando portafolios. Un escalofrío me estremeció el cuerpo. ¿Quiénes serán estos ahora?
Inspectores no han de ser y menos en medio de tanta basura. Los cuadros del municipio deben estar descansando hoy. Indudablemente son Testigos de Jehová. ¡No puedo creerlo!
En Cuba hay 84 mil 508 de éstos por lo que existe uno cada 120 personas y me han tocado dos sólo para mí.
Respetuoso como soy con esos temas, traté de encontrar la manera de esquivar el encuentro.
Corrí al equipo de música y amplifiqué a niveles inhumanos el tema «Hijos de Caín» de Barón Rojo.
Las camisas de cuadros y los portafolios dieron media vuelta y buscaron alguna otra víctima. Dos minutos más tarde le pedí perdón a Dios. Él me entiende.