Por Oscar Durán
La Habana.- A mí no hay quien me joda: Sandro Castro estaba curda o drogado en su último video publicado en las redes sociales. Más allá de sus acostumbradas estupideces, el nieto de Fidel Castro se dirigió a sus amigos de una manera muy rara, como si acabara de echarse una paraguaya o el “químico” de moda. Le salvó, de cierto modo, una sola cosa: andaba con gafas y no pudimos verle los ojos.
Después de ver cómo parte de su familia celebraba a todo meter el fin de año, mientras millones de cubanos ni un pedazo de jamonada vieja pudieron comer el 31, Sandrito le deseó “unas gran felicitaciones” a todos sus panas, a todos sus cubanos; que bebieran como si no hubiese un mañana porque el 2025 será de éxitos, de mucha salud, felicidad y alegría.
El video dura 28 segundos. Lo he visto varias veces, analizando qué tiene ese chiquito en la cabeza. No sé cómo el padre o la madre no le acaban de dar un pescozón o lo castigan por 48 horas en Punto Cero, a ver si coge un poquito de fundamento en la vida y deja de ser tan imbécil.
“Beban como si no hubiese un mañana”. Si tu tío abuelo no es capaz de asegurarle al pueblo una libra de arroz mensual, ¿de dónde nosotros vamos a sacar dinero para tomar como si no hubiese un mañana? ¿No era mejor coger un poco de bebida y comida del EFE bar e ir a la güinera, por ejemplo, y hacerle un acto de caridad a esas almas infelices que ni el mismísimo Gerardo Hernández se acuerda de ellos?
Tú estás muy lejos de hacer eso, Sandrito. De entrada, búscate una logopeda para que te ayude a articular un poco mejor cuando estés en tu universo paralelo, donde todo es felicidad y alegría, valga la redundancia.
Después de todo, uno goza con este muchachón. Que un Castro -el apellido que nos desgració la vida- mande a los cubanos a tomar sin límites, te das cuenta de que no hay nada interesante para decirle al pueblo. O mejor dicho: no tienen nada interesante para decirle al pueblo, excepto publicar fotos cenando con vinos caros, platos de lujo, una clara demostración de que ellos son las verdaderas trancas de este país.
Para la próxima, escóndanle el teléfono al panita. Cada video supera al anterior. Este joven revolucionario necesita, a parte de un freno, un neurólogo, tres psiquiatras, dos psicólogos y, por sobre todas las cosas, una excelente logopeda para no vernos en la necesidad de confundirlo con Tekashi 69.