Por Joel Fonte ()
La Habana.- Al castrismo lo sostiene en lo esencial su estructura en descomposición, aunque aún organizada, pero que ya no tiene siquiera liderazgo real.
Leí hace más de 15 años una autobiografía de uno de los líderes del régimen soviético que estuvo en el eje del Poder casi hasta la caída de ese imperio comunista: Vitaly Voronikov.
En su obra ‘Mi Verdad’, hace desde su subjetividad una cronología de los hechos que se iniciaron con las reformas de la Perestroika y de la Glasnov a mediados de los ’80, y concluye que la incorrecta aplicación de estas y la pérdida del liderazgo del partido Comunista fueron las causas más profundas del colapso.
Como lo han validado la historia, la filosofía, la economía, la política y todas las formas del conocimiento que constituyen brújula para entender el funcionamiento de las sociedades humanas, los regímenes comunistas son inviables porque son contrarios por su esencia a la naturaleza de los hombres, a sus ambiciones más básicas.
Uno de los cubanos más prestigiosos de todos los tiempos, Carlos Alberto Montaner, fallecido hace muy poco, sentenció así al socialismo, y a su etapa comunista: ‘es imposible’.
Sin embargo, no deja de ser cierto que, sin que el liderazgo no sea garantía sola para el sostenimiento del poder político, este es importante, porque las masas tienen proclividad natural a ser dirigidas, a obedecer a un líder, cuando son arreadas además por la efectividad de la propaganda.
El genial Stefan Zweig, escritor y además uno de los pensadores más grandes de su tiempo en Europa, lo expuso así: ‘la gran masa rueda siempre hacia el lado donde se encuentra el centro de gravitación del Poder’.
Entonces, desde una visión negativa, son estos unos hechos que enfrentan al régimen castrista a una etapa que todo advierte que lo abalanza a su fin: la efectividad de su propaganda ha sido abatida por una realidad que aparta a la sociedad del poder porque le simboliza su miseria, y el liderazgo está quebrado, pues de un líder astuto que llegó a controlar el país en un contexto político e histórico que le favorecía el predominio -en lo externo con el apoyo total del bloque comunista europeo, y en lo interno con la combinación de la represión abierta, fiera, y del empleo de métodos efectivos de control social- el castrismo ha llegado a un liderazgo fosilizado representado en la figura de Raúl Castro -que conserva las riendas de la cúpula militar, pero que políticamente no posee ya ni siquiera el capital que le legó el apellido familiar- y a un Poder formal que custodia los intereses de Castro, integrado por burócratas y corruptos, intelectualmente mediocres, sin empatía ni conexión con las masas, que no acumulan más que derrotas y no construyen apoyos políticos porque la falta de legitimidad real de origen no los avala.
En el caso soviético, que es el paradigma mejor a mi juicio para el análisis, en sus 70 años de poder comunista -desde 1922 tras la Guerra Civil, y hasta la Navidad de 1991, fin del gobierno y disolución del Estado- todos los líderes que pasaron por los distintos cargos de liderazgo, desde el de ‘líder de la Unión Soviética’, título mesiánico que se apropiaron los hermanos dictadores cubanos, hasta el de Secretario General del PCUS, o el de Primer Secretario, y que fueron desde Lenin, pasando por Iosif Stalin, Jrushchov, Brezhnev, Andropov, Chernenko, hasta el mismo Gorvachov, que estrenó en el ’90 el título de Presidente de la URSS -lo que guarda ‘casual’ semejanza con lo hecho aquí por Castro para su subordinado Canel- tenían distintos grados de magnetismo en su personalidad y capacidad para influir en las masas, pero el engranaje del aún poderoso partido Comunista los sostenía.
Cuando eso cambió con la transformación del país y el debilitamiento del Partido, el liderazgo se desmoronó y el estado multinacional se quebró en mil pedazos…
Esa es la realidad irrebatible de la Cuba de hoy: una nación agitada, harta de ser dividida, aguijoneada, humillada, exiliada, cautiva, y de observar y tolerar un poder totalitario que administran ladrones a sueldo.
Basta de tolerar injusticias. No más dictadura en Cuba.