Por Javier Bobadilla ()
La Habana.- Se dice mucho que es una distracción. No importa lo que sea. Puede caer un meteorito, y siempre alguien -generalmente de afuera de Cuba- va a decir que eso es una distracción.
Lógicamente, algo debe ser distracción, porque igual que sería muy raro que todo lo fuera, sería casi imposible que nada lo fuera. A mí lo que me preocupa es que nunca me dicen de qué me están distrayendo.
¿De verdad ustedes creen que se puede distraer a alguien de 18 horas de apagón con un romance entre actrices de Hollywood e hijos de primeras damas? ¿Los conciertos construyen casas, le ponen zapatos a los niños o curan a los enfermos? ¿Cuánta hambre quita una marcha? De verla, quiero decir, porque participar en ella seguramente dé más hambre.
Tenemos que empezar por entender que estamos en un punto muerto. Ya nos decidimos todos los que nos íbamos a decidir. Unos, por el cambio, otros, por el Será Mejor Hundirnos en el Mar, y todos aceptamos que un día no vamos a tener otra opción que batirnos en duelo.
Pero la gran mayoría, se decidió por no decidirse. Tranquilamente fue a marchar, porque siempre ha marchado. Hicieron dejación de su voluntad hace mucho. Tomar decisiones duele más que el hambre.
En esa marcha, la mitad están esperando el parole o la ciudadanía española, no obstante, lo hacen también pasivamente. Los valientes que cruzaron el mar y la selva se fueron hace mucho. A los que quedan hay que sacarlos. Y si llega el papel bien, y si no también. Le trabajo al gobierno por cuatro mil pesos y lloro para que me manden el combo. Marcho, y después pido recarga.
No crean que son sólo los que fueron a la marcha. El país está lleno de eso. Lo de la marcha fue circunstancial. Muchos más hubieran ido, si el país hubiera estado en condiciones de mover más personas. El concierto de Arnaldo y su Talismán se quedó vacío porque es cheo y es un traste, pero si para el fin de año se anuncia un Gran Concierto del Bebeshito ft. DC en Saludo al 66 Aniversario del Triunfo de la Revolución, revientan la Tribuna, como mismo reventaron el Pitbull Stadium.
En este asunto todo está funcionando al revés de como ustedes piensan.
Las dictaduras no son una enfermedad, sino un síntoma.
Me preguntaban hace unos días sobre Siria. No es que nos importe mucho, porque en octubre nadie sabía que Siria existía. Lo que nos interesa es la comparación de Cuba con Siria.
¿Qué pasó en Siria? Había una guerra civil con diferentes facciones que llevaba cierto tiempo andando y estaba en un punto de equilibrio. Al gobierno de Al-Assad lo apoyaban Rusia, Irán y Hizbulá, a otros Turquía, a otros los EEUU, y a otros los países del Golfo Pérsico. Estaban también Al-Qaeda y el Estado Islámico, en guerra con todos los demás.
Las facciones de oposición estaban en guerra entre ellas, además. Los que las apoyaban, no apoyaban a todas. ¿La razón? Todos querían tumbar el gobierno, pero sus intereses iban desde la democracia hasta el fundamentalismo religioso. También estaban los kurdos, que tenían medio asegurado un territorio grande al norte, en la frontera con Turquía. Había incluso un piquete Cambio Fraude, que jugaba a la oposición política con la venia de Rusia y Kazajastán, para darle más legitimidad al asunto.
En este asunto «apoyar» quiere decir «dar dinero para que hagas lo que yo quiero», y «no apoyar» quiere decir «te declaré terrorista porque no eres controlable». Visto esto, el gobierno de Al-Assad tenía declarado terrorista a los otros, los turcos a los kurdos, todos a al-Qaeda e ISIS, y la oposición tenía declarado dictador a Al-Assad. Hasta ahí, nada que ver con Cuba.
A Bashar al-Assad, por su parte, nadie lo tuvo nunca en cuenta. Estudiaba oftalmología en Londres cuando su hermano, heredero a la dictadura, murió en un accidente de tránsito. Cayó de fly a los 30 años en un puesto para el que no estaba preparado. Se le veían las costuras, y todos los enemigos lo aprovecharon, internos y externos. Nada de esto impidió que en su momento diera la orden de combate contra su propio pueblo. Putin lo estuvo manteniendo ahí hasta el otro día, en que se dio cuenta de que era tan inútil que ni como mantenido funcionaba. Era un puesto a dedo total. De oftalmólogo puede que le hubiera ido mejor.
El líder de la mayor facción opositora es este encantador muchachón barbudo de ropa verde y gesto grandilocuente que ven en la foto, Ahmed al-Sharaa alias Abu Mohammed al-oulani. Ustedes me dicen si les recuerda a aguien.
Haciendo el cuento corto, a finales del mes pasado este colega salió con sus barbudos en una ofensiva camino a la capital. Y muy sorprendidos descubrieron que en la ofensiva había muy poco que ofender. Chocaron con el grueso de la población siria, que había decidido no decidir más. Se dieron cuenta que el mismo país que obedecía a Al-Assad y su Partido Socialista, también obedecía a cualquiera.
En los primeros pueblos y aldeas que encontraron la gente se rindió, pero no se rindió en plan «Lucharemos hasta el último hombre y después se rendirán los que queden», ni «Nos rendiremos honorablemente para evitar derramamiento de sangre y seremos tomados prisioneros». No no no. Fue de que «Yo no estoy pa’ esta salación, coge el AKM que yo me voyyy pa’ mi casa, y no me llames ni me preguntes nada, haz lo que te dé la gana y a mí déjame tranquilo». Fue al desprecio.
El barbudo se quedó frío. Y reflexionó:
«Esto anda a la my love. Se va completo. Se la voy a meter hasta home.»
Y hasta home se la metió. Él, y todas las demás facciones, porque todo el mundo se dió cuenta de que ahí no vivía nadie.
Hubo su tiradera, claro. Los rusos y los iraníes le tiraron a los barbudos. Los americanos le tiraron a ISIS. Los turcos le tiraron a los kurdos. Los israelíes le tiraron a lo que se moviera. Pero el ejército sirio, hecho de sirios, no estaba pa’ eso. Como mismo en el kimbo le entregaron el AKM, más pa’lante le entregaron una batería de misiles y un tanque de guerra, todo en la misma talla de «llévate eso que no quiero verlo más, y piérdete de mi vista».
Cuando a Bashar al-Assad lo llamaron del local del Partido y le dijeron «asere, hay un punto aquí berreaísimo con una barba y un AKM preguntando por tí. ¿Tú no vas a salir a resolver?», salió, pero por la puerta del fondo, se montó en un avión y se bajó en Moscú, donde Putin tiene que haberle dicho, piñazo en la mesa mediante, de pendejosky en adelante todos los insultos rusos habidos y por haber. Y después la jeva le pidió el divorcio.
Y no, eso del divorcio no me lo estoy inventando.
¿Por qué Al-Assad se fue?
Porque él tampoco estaba pa’ salarse. Porque era un puntico de su casa que pusieron de imagen de una dictadura en franca y total decadencia, y nunca entendió ni tuvo control de lo que estaba pasando a su alrededor, y a la hora del cuajo, a él era al primero que le iban a dar el palito. Fue echando porque la cuenta no daba. Busquen una foto de él y mírenle la cara, y después me dicen si les recuerda a alguien.
El muchachón de verde puso un Primer Ministro, casualmente el jefe de la rama civil de su facción. Va a ser Primer Ministro del gobierno de transición hasta el 1 de Mayo del 2025. Dice que para esas fechas, la transición habrá terminado, y se harán elecciones. Que no se preocupen, que aquello será democrático, no otro Afganistán.
Hagan memoria, porque no es el primer muchachón barbudo que nos dice eso mismo. Igual, haga lo que haga, no va a pasar nada. En Siria nadie está pa’ esa salación.
Quisiera desearles un feliz año nuevo, pero aquí entre ustedes y yo, sabemos que no va a ser nada feliz, y la culpa es de ustedes.
Las dictaduras no son la enfermedad, son el síntoma.
