Por Carlos Carballido ()
Dallas.- No suelo dedicarle tiempo a estos llamados trasvestidos de la música popular que reciben en Miami, año tras año, desde que la política blasfema de intercambio cultural terminó dándole el tiro de gracia a lo más genuino del arte y la música de la isla.
Este engendro llamado Bebeshito (ni en el nombre tienen creatividad) es ahora la estrellita rutilante de turno, cuyo único mérito, dicen, fue llenar a plena capacidad el estadio Pitbull del sur de la Florida. Sí, porque quien tenga al menos un oído musical decente le resultará más atractivo el dulce balido de una chiva hambrienta que la voz de ese engendro al que aplaudió la masa kubanoide en el estadio
Lo sucedido ya se vió. No cabía ni un kubanoide más, cuya única motivación fue ir a ver a un ídolo más falso que un billete de tres dólares pero que, como traen en la sangre el gen castrista de las marchas combatientes, nada mejor que ir al ¿concierto?, porque se mataban dos pajaritos de un tiro: no tener que caminar con el estómago vacío y de paso gritar ‘SUFRE DÍAZ-CANEL’… perdón, ‘sufre Otaola’.
Nadie se ha cuestionado que la mayoría de esos cubanos son los que han entrado por fronteras desde que Biden abrió sus puertas. Un alto porcentaje ni documentos de residencia tienen. Pero había que ir. Habían sido convocados y hasta una hemorragia de boletos se regalaron para el show y dar un mensaje claro: el cambio de la mentalidad de una comunidad hacia otra que antropológicamente sigue añorando a sus verdugos y sus cadenas
Y allí estaban. Bailando y gozando sin que ni una consigna contra tiranía que los obligó a salir salieran de sus bocas incultas y marginales. Una oportunidad de masas desaprovechada para denunciar, como en su momento lo han echo artistas tan disimiles como Juan Gabriel y Farruco.
Nadie se ha preguntado tampoco quién produjo semejante bazofia tercermundista. A nadie le ha importado que detrás estuvo personal de La Colmenita (proyecto infantil castrista) porque el fin era ese: masividad y respuesta a convocatorias contrarias al exilio histórico. Y lo lograron.
Miami está listo para el Primero de Mayo. La masa arribante es suficiente para contrarrestar no solo a Otaola y sus disparates, sino a cualquiera que intente hablar mal de la tiranía cubana.
José Ortega y Gasset, en su obra «La rebelión de las masas,» advirtió que el ascenso de la masa en la sociedad moderna tiende a imponer su voluntad, lo que puede llevar a la opresión de voces disidentes.
Esta biomasarribante kubanoide es una expresión más avanzada y con acceso a la tecnología que no busca la verdad ni el progreso intelectual, sino la conformidad y la comodidad. Esto provoca que las ideas y opiniones que se desvían de lo común sean silenciadas o marginadas, ya que la mayoría tiende a rechazar lo que no comprenden o lo que desafía su perspectiva.
La tiranía cubana está celebrando aún este triunfo. Han permitido a algunos medios oficialistas hablar de ello. Miami está listo para desfilar contra el odio y la separación familiar. Listo para potenciar viajes a Cuba y eliminar el bloqueo y todo lo que quieran. Hay una masa dispuesta a marchar y tomar no solo los estadios, sino también las calles.
Aquí la única manera de evitarlo sería deportarlos a todos con la nueva administración Trump, pero parece que tampoco será así.
Murió el exilio histórico. La diáspora alcanza su mayoría de edad. Las voces de libertad no sirven ya. Total… si alguien debe sufrir es Otaola, no los que ellos mismos dejaron atrás empachándose de mierda y de apagones revolucionarios.
