VIAJE A UNA DE MIS RAÍCES

CURIOSIDADESVIAJE A UNA DE MIS RAÍCES

Por Mauricio de Miranda ()

Cali.- Soy una mezcla de dos estirpes. Una, la de mi padre, profundamente cubana, pero también camagüeyana, que desde varias generaciones se involucraron primero en las luchas por la independencia y luego, en las luchas por la dignidad y la justicia social en la República y en la Revolución, cuando lo era en realidad, y todos se caracterizaron por el esfuerzo y el duro trabajo. La otra, de mi madre, profundamente española, pero también asturiana, que desde varias generaciones han sido también ejemplo de esfuerzo, trabajo duro, justicia, sacrificio y dignidad.

Esas dos estirpes han sido mi principal escuela. Hoy quiero referirme a esa parte de mis raíces que tiene su origen en un pequeño pueblo asturiano, Puerto de Vega, un lugar en el que mis bisabuelos Ramón y Natalia crearon un hogar de 14 hijos y en el que mi abuela Luisa (1900-1998) fue la sexta.

Hace solo unos días estuve -una vez más- en este lugar de ensueño, junto a mi madre y a mi prima Maria L Watts, hija mayor de mi tía Victoria. Cuando mi tía Vicky, su esposo Charles y ella salieron de Cuba, llegaron a Puerto de Vega y permanecieron allí tres meses antes de viajar a Madrid y luego a su destino final, Estados Unidos. Para ella fue revivir aquellos tiempos de su más tierna infancia.

Para mi, también fue revivir los cuentos de mi abuela, que cuando nos cuidaba a mi hermana y a mi, lograba nuestra quietud con el embelesamiento de sus historias, las historias de su familia, a la que un día de 1934 había dejado atrás y había viajado a la entonces próspera Cuba, junto a mi abuelo Víctor (nacido en Busmargalí, una braña vecina a Puerto de Vega) y embarazada de mi tía Victoria (Vicky). Se habían embarcado en A Coruña en el buque Orinoco. Por eso, y por muchas razones más, entre ellas la emigración a Puerto Rico de los hermanos de mi abuela, Ángel y Servando, nuestra familia está marcada por el signo del exilio.

Pero así como yo jamás he dejado de pensar en Cuba, mi abuela jamás dejó de pensar en España y en su Puerto de Vega natal y mucho menos en su familia. Por eso, cuando fui a Puerto de Vega la primera vez y recorrí sus calles, sentí que parte de mi era de allí, reconocía lugares de los que me hablaba abuela Luisa y por supuesto, recordaba sobre todo a sus hermanos y sobrinos y a mis bisabuelos, a quienes ella no pudo ver después que salió para Cuba.

Cada vez que voy a Puerto de Vega es en realidad un viaje a esa parte de mis raíces familiares y culturales que tiene allí su origen. En España jamás me he sentido extranjero. En Puerto de Vega tampoco me siento un forastero. No solo porque cuando camino por sus calles siento la presencia de abuela Luisa; no solo porque cuando me pongo en el acantilado de La Atalaya siento que la brisa de ese mar me ayuda a organizar mis pensamientos, como cuando me sentaba en el Malecón habanero, justamente a pensar; no solo porque cuando me inclino ante Nuestra Señora de La Atalaya, siento que también lo hago ante la Caridad del Cobre porque sus fiestas son el mismo día, 8 de septiembre. En realidad, y esto es muy importante, porque cada vez que he ido, he sentido la fuerza del cariño que proviene de una inmensa pero afectuosa familia. Con ese afecto, mis primos honran y reviven el amor que se tenían los hermanos.

Debo reconocer que me encanta cuando mis primos me cuentan las historias de los dos viajes que hizo mi abuela Luisa a Puerto de Vega y a Madrid, el primero en 1978 y el segundo en 1993.

Mis viajes siempre han sido por pocos días. Creo que llegará el momento en el que pasaré tiempo allí, hasta el punto de recorrerlo de punta a cabo, por sus calles empinadas; llegará el momento en el que podré pasarme horas en la Atalaya contemplando el mar; llegará el tiempo en el que escribiré allí; y quizás y por qué no, alguna vez tenga la ocasión de hacer una travesía marítima en un buque pesquero, como lo hice cuando tenía 13 años y vivía en Cuba.

Gracias a todos mis primos por tanto cariño. Gracias, Manolo, por esa inmensa capacidad organizativa que te levó a movilizar a gran parte de la familia para que tuviéramos la dicha de compartir con todos vosotros y por tu dedicación plena durante esos días. Gracias, abuela Luisa por sembrar en mi el amor por tu pueblo, que también siento mío. Gracias.

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